Capítulo 29: Noche para Egipto...

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De entre todas las antecámaras de los representantes de los Dioses, había una que, comparada con las demás, parecía más lujosa, cómoda y elegante.

Dentro, todo estaba ordenado de una forma peculiar y meticulosa, como si hubiera un régimen absoluto en ella: una gran cantidad de libreros acomodados, con libros de todos tipo y tamaño, en las paredes de la derecha e izquierda, dejando al centro un espacio libre; por último, en la pared del fondo, una gran pantalla transmitía en vivo el segundo Ragnarok.

Entre la pared del fondo y los libreros del lado izquierdo, una puerta cerrada emitía un extraño sonido sordo e, irónicamente, silencioso; como un infinito susurro en el aire impregnado en la madera.

En el centro libre de la habitación, estaba colocado una mesa redonda de madera, medianamente alta con un tablero de ajedrez sobre ella; a cada lado del círculo, una persona sentada jugaba con interés y quietud esa partida de ajedrez:

A la derecha, con las piezas blancas, había una mujer sentada en un pequeño trono de piedra, con sus pies descalzos a las orillas de forma que su cabeza reposaba sobre sus rodillas. La apariencia de su cuerpo, su tamaño y las facciones de su rostro mostraban a una joven casi adulta; su cabellera llegaba hasta el suelo y se regaba a su alrededor como un lago tras una catarata; una sábana blanca era lo único que vestía su pecho, abdomen y parte de sus piernas, siendo sostenida solamente por su mano izquierda, mientras que con la derecha movía sus piezas del tablero.

Frente a ella, cruzando la mesa y jugando el tablero de piezas negras, en un trono de piedra mucho más alto que el de la mujer un caballero se hallaba sentado con una pierna cruzada.

En general, la apariencia de ese hombre hacía mucho contraste con la dama: su estatura era mucho mayor, su complexión era bien formada al mismo tiempo delgada, como cadáver recién muerto; vestimenta de cuerpo completo y formal; una camisa con mangas recogidas, una bufanda por su cuello y pantalones largos.

Una característica notable eran sus manos, provistas de dedos largos y finos en sentido sobrenatural, como si tuviera agujas de carne en vez de dedos. Con dichos dedos era capaz de mover las piezas, tomar de su copa de hidromiel, acomodar su ropa; todo lo hacía con una elegancia antinatural y un tanto aterradora. Otra cosa que resaltaba mucho en el era su rostro, ya que tanto el cabello azabache desordenado y puntiagudos como el rostro tatuado ligeramente y demacrado no eran tan elegantes como su propia ropa.

El caballero tomó uno de sus caballos y lo adentró a una zona de guerra formada por peones de ambos lados. La mujer sonrió al ver ese movimiento, soltando emoción en su sentencia.

- ¡Eso fue muy tonto~! - tomó uno de sus peones y con ello devoró al caballo, para después depositarlo en su colección de muertos - Era un suicidio poner ese caballo en esa zona. Ya no tiene ninguno ♡

- Así es la guerra. Así es el costo que se debe pagar, ¿No es así? - respondió con serenidad, mientras tomaba un alfil y lo acercaba a la misma zona de peones - Si quieres la victoria, debes estar dispuesto a sacrificar incluso tus mejores fichas.

- ¿Así es? - ella soltó una risa risueña, mientras avanzaba al mismo peón que se comió el caballo - La mitad de sus piezas son mías, mientras que visualmente yo domino el campo. Más que costo de la guerra, parece un descuido.

- ¿Segura de eso?

El hombre movió su reina un par de casillas, lo cual le ponía en posición comprometedora al rey oponente. La mujer sonrió de lado a lado.

- Ya me lo esperaba - tomó su rey y lo alejó hasta el otro lado del tablero - Tengo suficiente experiencia para escapar de sus garras.

- ¿Cuáles? ¿De estas? - preguntó con sarcasmo al tiempo que levantaba su mano con los dedos largos y finos extendidos.

Shuumatsu no Valkyrie - Last Ragnarok IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora