Capítulo 39: Promesa de un chico

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Era una mañana de campo, muy típica para la vida de este joven chico mexicano.

Todas las mañanas cumplía con el mismo deber y rutina; a pesar de tener solo 9 años de edad, ya formaba parte del negocio familiar.

Se levantaba desde muy temprano, junto a su padre y hermanos mayores, para salir de casa con los primeros rayos del sol; caminar por las calles empedradas y hogares en obra negra de su pueblo, y así llegar hasta su sustento diario: los campos agrícolas.

– Ya saben qué hacer. Recojan todo lo que puedan antes que caiga la noche.

– ¡Si jefe! – Aunque era su padre, tal expresión era común en su pueblo.

Así comenzaron su tarea: recoger la cosecha de elote en las mayores cantidades posibles, meterlo en costales y echarlos a las carretas para ser llevados al pueblo. Una tarea muy agotadora pero este joven, a pesar de su temprana edad, ponía todo su esfuerzo; y aunque en realidad su deber era cuidar de los graneros de un amigo de su padre, a él le gustaba pasar tiempo en el negocio familiar.

Horas después otros campesinos llegaron a las tierras de sembradío; fueron fueron a sus propias secciones de los campos, y cada quien con sus propios empleados y patrones hacían lo mismo.

Pero no todo el tiempo se dedicaba a eso; siendo pequeño debía estudiar aún cuando quisiera ayudar en la tierra, pero su adición lo hacía descuidarlo. Por eso, un profesor suyo de primaria, Emilio Vara, se ofreció a acompañarlo en sus tareas en el campo para también educar al chico; esto ya que vio en él un enorme potencial.

Mientras el chico sentado en la carreta en un descanso leía un historia de historia, desgastado pero su favorito, Emilio Vara llegó hasta él con unos trozos de sandía en mano.

– Emiliano, a comer.

– ¿Comer? ¡Pero mis hermanos y papá no han comido!

– Esas fueron las condiciones que te puse para estar aquí. – negó Emilio de inmediato – Sin excusas.

– … De acuerdo.

El chico tomó la sandía que ofreció su maestro y comió un poco de ella, mientras seguía leyendo su libro de historia; Emilio también era consciente de la afición que mostraba por tal materia de estudios.

– ¡Esto está mal! – exclamó el chico, señalando un párrafo – Aquí omitieron lo que usted nos contó, sobre la guerra contra los conservadores de Habsburgo.

– Si, uno que otro error en ese libro. – habló Emilio sin mostrarle importancia – Siempre se omiten detalles importantes.

– ¿Por qué?

– Supongo que para ahorrar páginas.

Emilio comenzó a reir a carcajadas, lo que le imitó el chico rápidamente aunque sin entender del todo porque reían. De repente apareció el padre del chico, corriendo con sombrero en mano para abanicarse.

– ¿Ya terminaste mijo? Tus hermanos necesitan ayuda.

– ¡Un segundo, pa'!

– ¡Gabriel! – Emilio le saludó, a lo que el mencionado respondió igual – ¿Cómo va mi chamaco en la escuela?

– Podría ir mejor que sus compañeros, pero… De hecho, lo felicito por las notas que ha tenido a pesar de trabajar aquí.

– Me alegra mucho saberlo… – Gabriel se acercó y paso la mano sobre la cabeza del chico – Mi chamaco es muy inteligente.

El chico le sonrió a su padre con orgullo.

Justo en ese momento, se escuchó el grito de un hombre no muy lejos de allí; Gabriel y Emilio fueron de inmediato, y aunque la orden fue quedarse sentado, el chico los siguió.

Shuumatsu no Valkyrie - Last Ragnarok IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora