[49] Siempre voy a estar aquí.

1.8K 275 94
                                    

—Quiero conocer a tus padres —pronunció Maximilien en un suspiro mientras dirigía mi mano hasta sus labios y depositaba un beso en el dorso.

Yo, que tenía mi cabeza apoyada en su pecho y mi cuerpo estaba piel con piel rozando con el suyo, alcé la mirada ante su repentina petición que me agarró tan fuera de base que disimular la impresión y la sorpresa fue imposible.

—¿Para qué? —pregunté.

Él deslizó una sonrisa y no dejó de mirarme ni un solo segundo cuando respondió:

—Para decirles que estoy enamorado de su increíble hija.

—Max...—susurré sin perder el contacto visual.

En estos momentos no podía con mi vida, había compartido mi cuerpo con un chico después de casi un año de abstinencia y... lo había disfrutado a tal punto que sabia que Maximilien estaba calando dentro de mi piel de una manera única.

Él me estaba haciendo sentir única, me estaba haciendo sentir apreciada, deseada y sobre todo estaba llenándome de esa seguridad que había perdido.

—Que además es también muy sensual y preciosa —agregó al instante.

Me ruboricé y oculté una sonrisa, observándole pasarse el brazo por detrás de la cabeza, luego suspiró.

—Max... ¿esto va en serio? —le pregunté—, ¿nosotros?

—Por supuesto que si, bonita. Muy en serio —siseó, entrelazando su mano entre la mía y la calidez de estar en comodidad e intimidad con alguien que te importaba me recorrió—, por eso quiero conocer a tus padres y que tu conozcas a los míos en diciembre.

—Dijiste que conocías a mi padre —mencioné recordando—, entonces no entiendo.

—Una cosa es conocerlo por cuestiones de trabajo y otra muy distinta es conocerlo como suegro ¿bien? Necesito estar a tu lado y decirle: Maximus, estoy saliendo con tu hija y estoy enamorado de ella.

Estoy enamorado de ella.

A Maximilien no le importaba ser abierto, ser completamente honesto y no guardarse nada. Todo lo expresaba y esa era una cualidad admirable, una cualidad que sumaba, un indicio de seguridad y decisión.

Él comenzó a dejar caricias a lo largo de mi brazo izquierdo y dejé salir un suspiro apartándole la mirada un instante y poniéndola sobre el techo de la habitación. Los párpados me pesaban, estaba cansada desde la mañana y lo tranquilo del ambiente íntimo y perezoso me estaba provocando más sueño del que ya tenía, esas caricias provocarían que cayera rendida después del sexo en cualquier momento y no quería dormirme mientras Max estuviera despierto, me daba mala impresión, no sé, sentía que estábamos en una burbuja pacífica, nuestra propia burbuja flotante y pacífica.

—Entonces... ¿no somos solo algo de atracción y ya? —quise asegurarme.

Subió su mano a mi rostro, a mi mejilla y yo volví a mirarle.

—Nunca pensé en ti como algo de atracción y ya, ni un solo instante desde el día en que te conocí, Maxine. No soy de esa clase de sujeto.

Su teléfono comenzó a sonar desde la mesa de noche a su izquierda, él se inclinó un instante a ver la pantalla e ignoró el iPhone volviéndose hacia mi.

—¿No contestas? —pregunté, pasando suavemente las uñas de mi mano, pintadas con esmalte blanco, por su desnudo y cálido pecho—, no deja de sonar, parece ser importante.

—Es mi secretaria —dijo con simpleza, restándole—, y no es justo que yo coja el móvil estando tan comodo aquí contigo, me resulta de mala educación y descortés hacer eso ¿sabes que prefiero hacer?

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora