NUEVA VERSIÓN DE COMO SE CONOCEN MAXIMILIEN Y MAXINE PARTE 2

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Le pedí a mi nonna que se quedara a dormir en casa y que cuidara a Sky para yo acompañar a mi papá a su evento donde seguramente yo iba a querer terminar escapando y huyendo de semejante sitio lleno de arrogantes y presumidas personas que no me caerían nada bien. Mi abuela no puso peros ni excusas, estuvo encantada de hacerlo y como se quedó en el pent-house tuve una tarde tranquila en la que pude hacer un trabajo de investigación que la yo curiosa insistió, acompañada por el bichito de la curiosidad que tenía por mascota.

Así que, si, busqué a Max Sciotti en Instagram, pero no le seguí. Solo acosé su perfil un poco. Que si, que habíamos tenido una conversación agradable y un poco de coqueteo mutuo, que había sido muy directo sobre su interés en mi, pero no sabía que pensar, así que, como si revisar su perfil en Instagram con cuidado de que no se me fuera a ir un Me Gusta en una publicación de hace 3 años me fuera a dar una respuesta a una pregunta que no había hecho, detallé lo más que pude su fotografías con severo cuidado.

Aprecié sus fotos, que, revelaban el estilo de vida lujoso pero desapercibido que llevaba, o eso parecía: suyas en trajes a la medida, viajes, salidas, familia, mascota —un mastín de pelaje negro— museos, paisajes y ni una sola selfie frente al espejo. Aun así, tenía cierta cantidad alta de Me Gustas y alrededor de diecisiete mil seguidores, aunque era un número corto en comparación conmigo, claro.

Concluí que tenía mucho dinero, cosa que no me había sorprendido ni me generó impacto porque lo había sospechado desde que vi el reloj de oro en su muñeca.

Fue entonces al leer su biografía de perfil que descubrí que era el presidente de la sede australiana de Sciotti ISEC, una compañía internacional de servicios energéticos que lideraba el mercado gracias a su política de trabajar solo con energía verde que ayudará al ambiente.

Veinticinco años tenía, lo supe por una fotografía de él frente a un pastel de cumpleaños en una cena donde un adorno tenía los números. Joven, atractivo y un empresario exitoso... vaya.

¿Cómo es que no estaba en una relación?

Carecía de sentido. No tenía fotos más allá de una mujer que parecía ser su madre, otra su abuela y otra su hermana porque el parecido físico entre ambos era innegable. Él parecía tener su objetivo muy claro y eso, además del físico, era atrayente, era cautivante.

No quería sentirme como una colegiala mientras lo estudiaba, pero exactamente así de esa manera estaba sintiéndome.

Vi la hora en mi teléfono y me obligué a dejar ir el perfil de Maximilien Sciotti para comenzar a arreglarme antes de que mi padre llegara por mi. Iba a necesitar al menos una hora para verme «elegante» así que, fui por una ducha larga, el agua tibia de la regadera me hacía querer no salir, pero después de unas muchas canciones reproduciéndose en el altavoz de mi teléfono, tuve que salir.

Envolví mi cuerpo en una toalla blanca y salí dejando escapar un suspiro de mis labios.

Mi abuela estaba con Sky sobre la cama de mi habitación.

—¿Qué vas a usar? —me preguntó. Sky hacia ruiditos.

—Un vestido nuevo que me regaló una marca local —respondí, yendo a buscarlo al armario.

Casi nunca usaba vestidos, de hecho, eran contadas con los dedos de mi mano las ocasiones en las que los necesitaba. No me costó mucho encontrarlo al fondo del armario, después de todo, lo había recibido hace poco y seguía en la caja en la que se me había enviado. Tomé la caja y fui hasta la cama, le di un rápido vistazo a Sky mirando como mordía la manga de su pijama y volví mi atención a la caja para sacar el vestido. De un color azul, tela satinada, sin tiros, un escote que no se veía vulgar y largo pero con una pierna al descubierto. Se vería bien con tacones negros.

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora