[69] Villa Sciotti

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A eso de las siete de la mañana del veintisiete de diciembre, estábamos llegando en la camioneta conducida por el chófer de Maximilien en ocasiones, Jones, a una parte de la pista de abordaje del aeropuerto en la ciudad. Tenía sueño, mis párpados pesaban, muy por el contrario de Sky que estaba animada, jugando a lanzar el pikachu de peluche que Maximilien se daba el tiempo de pasarle pacientemente y luego ella se echaba a reír.

Miraba por la ventanilla cuando la camioneta se detuvo a unos metros de donde había un avión negro, más pequeño que un avión comercial, mucho más pequeño, negro con letras doradas que formaban el apellido de Max.

¿Qué?

—¿Un jet privado? —volteé a verle a través de mis lentes de sol, no oculté el asombro en mi voz.

Una sonrisa algo arrogante y presumida deslizó sus labios.

—Bonita ¿recuerdas que soy millonario?

Abrió la puerta de la camioneta para bajar pero se quedó mirándome.

—A veces lo olvido, Max —musité, meneando mi cabeza de manera sutil.

La sonrisa continuó abarcando sus labios cuando bajó y se dedicó a mirarme mientras yo veía al chófer descender de la camioneta rumbo a la parte de atrás, hacia el maletero.

—Vamos, bonita —arrastró algo animado, pero también con algo de pereza—, nos espera un largo vuelo.

Largo se quedaba poco, eran veinte horas. Observé a Sky lanzar el peluche en dirección a Max y él lo atrapó, reteniéndolo unos segundos con él antes de pasárselo. Tuve un momento de debate interno y me cuestioné si hacía bien en tomar la decisión de venirme con él y pasar año nuevo lejos de mi familia, de alejar a mi bebé de su padre en la festividad de fin de año.

No quería darle vueltas a eso porque me iba a sentir mal, simplemente meneé la cabeza y deseché los pensamientos de culpabilidad, luego abrí la puerta para bajar mientras Maximilien sacaba a Sky de la silla de bebés. Miré a mi alrededor, un personal estaba subiendo las maletas que en cuestión de rapidez bajaron del maletero de la camioneta. Aquí todo el mundo se movía a velocidad flash, rodeé la camioneta para llegar junto a Max y aferré mis manos al bolso Prada que sostenía.

—Suban la silla de bebé, por favor —le indicó a un muchacho en uniforme cuando nos acercamos a las escaleras del jet.

—Enseguida señor —le respondió.

Maximilien me indicó con un sutil movimiento de mano que subiera primero y puse un pie en las escaleras, luego el otro y lo sentí viniendo detrás de mi. Una azafata de vuelo estaba en la puerta de entrada del jet, era esbelta, guapa y de cabello rojo, la escuché saludar a Maximilien detrás de mi cuando subí y me quedé esperándolo. Él la saludo devuelta, amable, y mentalmente me hice una película donde la azafata siempre tenía alguna clase de relación que iba más allá de lo profesional con el dueño del avión privado.

Sentí algo incómodo en el estómago al montarme esa película de imaginar una posible situación de la guapa azafata pelirroja y Max en algún momento. Pero no, no iba a convertirme en alguien insegura de pronto, ni siquiera a dudar.

—¿Qué sucede? —me preguntó, mirándome.

—No, nada.

—¿Segura?

Asentí con la cabeza. Max sonrió, luego seguí avanzando en el interior del avión hacia los asientos. Esto… esto era un avión privado ejecutivo, tenía una mesa con lugares, asientos cómodos, sofás, incluso un mini bar y era espacioso. Me detuve a verle y al darme vuelta observé a la azafata con su mirada clavada en él.

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora