[54] Quiero que conozcas todos los aspectos de mi vida

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—Cuéntame sobre tu pasado —murmuré, acomodándome en la cama y cruzando mis piernas mientras llevaba una palomita de maíz hasta mi boca.

Maximilien, un poco fuera de lugar, arqueó una ceja mirándome y suspiró.

—Bien… ¿Qué quieres saber?

—Todo —sonreí, él había llegado por la tarde a mi apartamento después de haber estado dos días fuera de Sídney y yo le había extrañado muchísimo durante esos dos días, Sky dormía dentro de la cuna en la otra habitación así que podía tener mi momento tranquilo con Max—, pero comencemos con algo fácil: ¿Cómo eras antes? ¿Qué te trajo hasta lo que eres hoy en día?

—Ahm…—él alzó ambas cejas con un poco de sorpresa ante lo inesperado de mis preguntas—, bueno, a decir verdad yo era…—torció una mueca y esbozó una sonrisa en lo que fruncía las cejas en un gesto divertido ante lo que seguramente pasaba por su cabeza—, se puede decir que yo no era ni la sombra de lo que soy en este momento.

—¿No?

—No —meneó la cabeza—, se puede decir que sobresalí cuando adolescente pero…  era un nerd.

—¿Luciendo así? —bien, ahora estaba impresionada y me generaba curiosidad.

Maximilien me miró, y se pasó una mano por el cabello.

—No siempre lucí así.

—¿No? —dudé.

—No —él se incorporó en la cama, sentándose y quedando a una distancia corta de mi, y bajó la mirada a su mano un instante antes de volver a mirarme—, era muy delgado en comparación a los demás chicos de mi edad, la popularidad nunca fue lo mío. Ni siquiera por mi apellido ni por quien era mi familia, cuando estudias en una institución de elite eso es lo que menos importa. Delgado, con problemas en la vista y de los mejores de la clase, pero eso no me importaba. La preparatoria no fue mi momento, yo estaba preparado para lo que venía después de esa etapa.

Intenté imaginarme a Maximilien de adolescente, delgado y vistiendo un uniforme escolar con pajarita mientras se acomodaba los anteojos pero… no pude, la imagen en mi cabeza saltó a error.

—Perdón pero es que no puedo imaginarte de otra manera que no sea a como estas actualmente —le dije.

Él soltó una risilla divertido, sin dejar de mirarme a los ojos.

—Me gustaba pasar desapercibido en clases porque en casa no podía hacerlo, me quitaba un peso de presión de encima porque con mis padres debía ser el hijo perfecto del cual estaban orgullosos.

—Vale… ¿Y en qué momento te convertiste en esto? —le señalé, tomando otra palomita de maíz que conduje hasta mi boca.

Max chasqueó.

—Verano antes de entrar a la universidad, trabajé meses para estar conforme con mi aspecto, mi imagen.

—¿Y te gusta como luces físicamente? —me vi curiosa preguntándole.

—¿Te gusta a ti?

—¿A mi? —arqueé una ceja—, a mi me fascina. Pero me gusta más la manera en la que eres, no sé, es tu personalidad lo que terminó de hacer que me enamorara de ti, tienes ese toque de carisma muy espontánea que haces caer bien con efecto inmediato —expliqué sutilmente, con él mirándome interesado mientras retenía una sonrisa en sus labios y yo tenía estas ganas de inclinarme a besarlo—, y es que yo no soy de ver el físico de las personas, si no sus personalidades, porque puedes ser muy atractivo pero si tienes una personalidad aburrida o muy arrogante me vas a parecer de lo más desagradable del mundo. Por lo general, tengo esta tendencia de que me gustan los rebeldes sin causa con aire bohemio y espíritu rockstar, pero tu no eres así, eres mi excepción, eres como… como un caramelo.

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora