[60] ¿Sabes por qué me gustas?

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Llevé a Sky dos días después a la casa de mis padres para que Luka pudiera pasar tiempo con ella después de tantos mensajes de su parte, lo único que hice fue decirle que estaría donde mis padres hoy y que si quería pasara. Él todavía no había llegado, dejé que mi mamá cargara a Sky y me acomodé las mangas del cárdigan que vestía.

Tenía el corazón latiéndome de manera desenfrenada y los nervios casi a flor de piel, todavía no había podido ver a Maximilien porque algunas cosas le hicieron atrasar un día su regreso a Sídney pero volvía hoy y media hora atrás me había enviado un mensaje avisándome que estaba en el avión a punto de despegar. En poco más de hora y media estaría aquí y vendría, eso me calmaba un poco.

—Mamá…—pronuncié, dejando de ver el inicio de Instagram. Haber terminado el semestre, tener vacaciones navideñas y no mucho que hacer me permitía tener un chance para perder un rato en redes sociales cuando Skyler estaba bajo la atención de alguien más—, ¿tienes mermelada de tomate y galletas? Tengo ganas de comer eso urgentemente.

—Te debo las galletas —me dijo—, hay palitos de pan ¿te sirve?

Torcí mis labios en una mueca, quería galletas, tenía ansias de galletas y mermelada, como si lo necesitase con toda mi vida. Dejé salir un suspiro, mi cabello estaba suelto pero me lo recogí con la liga que tenía en la muñeca y fui hasta la cocina por algo para bajar la ansiedad.

Mi cabeza perdió luces y se me fue la vista en un mareo que perduró varios segundos, no estar alimentándome como debería estaba dejando efectos colaterales en mi, pero la cosa era que algunas cosas me estaban asqueando y otras me daban ganas de vomitar cuando intentaba comer. No le estaba dando importancia porque sabía que era a consecuencia de lo que estaba pasándome, por la ansiedad y el no dormir, darle muchas vueltas a las cosas y la tristeza.

Apoyé mi cuerpo de la isla de mármol de la cocina sintiéndome fatigada y escuché el timbre sonar. No ponía en duda que fuese Luka que había llegado y cuando su voz hizo eco en las paredes al saludar a mi madre con un tono amable y de lo que sentí era una falsa alegría lo confirmé, mi cuerpo se estremeció de manera involuntaria y aferré mis manos a la esquina de isla respirando profundamente.

—Todo esta bien —me repetí para creérmelo.

Me quedé por al menos dos minutos en la cocina, fui hasta el refrigerador y curioseé el interior. Vi una botella de limonada y la tomé sin molestarme en averiguar a quien le pertenecía, la destapé y comencé a beber, reuniendo fuerzas para ir a la sala.

Mi madre estaba de brazos cruzados y una sonrisa no muy sincera cruzando sus labios, junto a él, que cargaba a nuestra hija mientras ella se reía.

—Yo solo… la extrañé demasiado, muchísimo. Mi solecito preciosa.

Dejé que mi cuerpo se apoyará de la pared detrás de mi y mantuve mi respiración en un vaivén tranquilo, aunque costará un esfuerzo. Mi cuerpo se estremeció involuntariamente por segunda vez, cerré los ojos un momento y…

Lu, no, quítate.

¿Por qué no volvemos a lo de antes?

Somos nuestra única debilidad, siempre ha sido así.

Sus besos en mi cuerpo, en mi cuello, él tocándome, la sensaciones, mi intento por detenerle me golpeó. Abrí los ojos, un nudo creció en mi garganta, me lo tragué, dejé de verle para ver a mi mamá que estaba observándome. Luka se dio cuenta, volteó e hizo contacto visual conmigo, deslizando una sonrisa ladeada, me obligué a sostenerlo la mirada aunque me diera coraje.

Odiaba que, la razón por la cual engañé a Maximilien fue por él cuando no quería.

—Hola Maxie.

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora