[71] A mi mamá no le agradas.

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Nunca me fueron las galas, eventos ni fiestas elegantes.

Y justamente me había envuelto en uno desde el instante en que supe que clase de persona era Maximilien y a lo que él estaba acostumbrado. No era de disfrutar las reuniones de sociedad a la que mis padres iban, pero terminé enamorándome de alguien cuyo apellido lideraba aquello.

Un tanto irónico si me ponía a pensar en eso con detenimiento: todo a lo que le huía terminó atrapándome en una persona.

«Eso Max» animó mi cabeza con ironía.

Ahora estaba admirando mi reflejo frente al espejo que abarcaba toda la pared de la habitación mientras una mujer de tercera edad se había llevado a Sky para cuidarla por el tiempo que yo quisiera y que Maximilien me había asegurado era la mejor nana que alguien pudiera haber tenido, como él y Mallory cuando eran pequeños. Mi cabello tenía hondas naturales y el vestido de Versace, negro en la parte superior sin tiros y degradando a un rojo vinotinto que se ajustaba a mi cuerpo con cintura de avispa me hacia ver elegante de una manera sexy. Esa tarde había pasado por unos quince vestidos y con ninguno me había sentido cómoda, hasta que llegué a ese.

Mallory, que había venido a maquillarme presumiendo que no necesitaba estilistas para sí misma porque era una zar del maquillaje me dejó como la versión cautivadora de mi que sabía que un día podía alcanzar si me interesara aquello, como si recién y desbloqueara un nivel más alto de mi atractivo.

Cuando la hermana de Max vino, ella ni siquiera se había molestado en comenzar a arreglarse. Me quité las cadenas de oro que descansaban en mi cuello como accesorio llamativo, los pendientes colgando ya eran suficientemente notables como para agregar algo más. Los dejé sobre la mesa de noche y terminé volviendo al espejo para otro vistazo porque me gustaba como me veía, como otra versión de mi que eran contadas con los dedos de una mano las veces que había logrado verme así.

Toquecitos en la puerta me hicieron desviar mi atención y me acerqué para abrir temiendo que fuese la nana con Sky pero en cuanto abrí, en mi campo visual apareció Maximilien que antes de decir algo, se tomó un segundo para apreciarme de arriba hasta abajo con una sonrisa encantadora.

—¿Por qué me sigo impresionando cada vez que te veo deslumbrante?

Ensanché una sonrisa que solo él era capaz de sacarme y meneé mi cabeza con sutileza.

—Porque te encanta elevar mi autoestima —musité, colocando mis manos alrededor de su cuello.

—Mmm no, error —pronunció con voz baja, rozando su boca con la mía—, soy fan de todas tus facetas, desde el más desaliñado hasta el más arreglado, pero ¿Sabes cuál es mi favorita?

Quise dar fin a la distancia uniendo sus labios con los míos porque me estaba provocando al no besarme y lo sabía. La cercanía y la tentación eran puntos débiles para mí, más cuando el aroma de su perfume me convertía en un ser débil a su presencia. Sin embargo Max retrocedió su cabeza un poco y sonrió burlón.

—A ver… ¿Cuál? —susurré.

—Esa en la que no llevas ropa, esa es mi favorita. Ninguna se compara con esa.

El rubor incendió mis mejillas, la sangre subió a mi rostro y el brillo divertido en su mirada pasó a ser uno cómplice. Maximilien sabía como dejarme sin palabras en un instante y como agarrarme por sorpresa con comentarios que no me esperaba, quise decir algo pero me quedé trabada sin saber que y su mano deslizó mi cintura hacia abajo. Apenas fue cuando me di cuenta de que tenía una copa con contenido rosa en su otra mano, lo que seguramente era vino.

—Basta —musité en voz baja. Una carcajada abandonó sus labios y retrocedí un paso.

—¿Quieres ir al salón? Las personas ya están comenzando a llegar, algunos están al tanto de que estoy saliendo contigo y quieren conocerte.

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora