[51] Me estoy enamorando de ti

2K 250 59
                                    

Escuchaba personas a mi alrededor pero no podía ver ni percibir nada, después del almuerzo, dejé que Maximilien tomará control en el asunto para recibir mi sorpresa aunque no fuera gran fanática de ellas. Por otro lado, él me hizo colocarme un antifaz durante el tiempo que durara el recorrido y para alguien impaciente como yo, eso era un castigo infernal.

Pero lo hice.

De pronto dejé de escuchar las voces y el silencio sumió mientras sucumbía en una especie de eco mientras la mano de Max me guiaba e intentaba no tropezar a ciegas.

—¿Falta mucho? —pregunté cómo por quinta vez. La risita de Maximilien enviando reacciones a mi cuerpo me cosquilleó la piel sin siquiera tocarme.

—Solo un minuto más —me indicó.

Suspiré profundamente, pudiendo oler cierto aroma a limón entremezclado a otro que no podía reconocer pero que resultaba agradable a mi nariz. Seguí caminando bajo sus instrucciones con él guiándome, hasta que lo sentí detenerse y por instinto también dejé de caminar.

—Aquí es —le escuché.

—¿Ya puedo ver? —pregunté, con voz intranquila, emocionada, intrigada.

Sentí sus manos deslizar por mi rostro con suavidad y levantó por si mismo el antifaz para quitármelo, mis ojos tardaron unos segundos en reaccionar. Miré su rostro: fresco, atractivo, guapísimo en realidad, lleno de confianza y carisma, y luego, curiosa y en silencio, observé a mi alrededor para tener una idea del lugar al que me había traído.

Habían muchas rosas en el lugar, demasiadas, rosas blancas rodeándonos y al poner cuidado me percaté de que parecíamos estar en un anfiteatro ¿lo estábamos?

—Max…  ¿Qué…?

Mi voz se fue apagando mientras seguía observando: Las butacas rojas, los techos altos, los pasillos, lo gigante del espacio lleno de rosas en cada rincón, el telón cerrado sobre el escenario. El lugar me confundía, pero entendía el gesto romántico de las rosas en un sitio…  único. 

—¿Qué es esto, Max? —busqué su mirada—, ¿Dónde estamos? 

—Se que no te va el romance, pero a mi si —murmuró, sosteniendo mi mentón entre los dedos de su mano y noté el brillo de su mirada.

—Vale —asentí, no muy convencida y volví a mirar a mi alrededor por un instante antes de volver mi mirada a la suya—, ¿y estamos aquí por qué…?

—Porque el romance se me da muy bien —dijo, muy condescendiente y en tono de «se que amaras esto»

Me reí, incrédula y asombrada, fue una risita suave la que brotó de mis labios y acorté la distancia que nos separaba, juntando mis labios con los suyos en un beso sin prisas, tan lento como ansiado y deseado. Maximilien terminó por atrapar mi labio inferior entre los suyos y morderlo con suavidad, y a mi me pareció algo muy provocativo.

—Entonces…—susurré, mirándole a los ojos cuando dejó ir mi labio—, ¿Qué sigue, señor romántico?

—Una vez me dijiste que las orquestas te parecían aburridas —arqueó sus cejas y yo igual, muy a la expectativa.

—Lo recuerdo.

—Cuando te dije que yo las disfrutaba —agregó—, así que quiero demostrarte que no lo son, que pueden resultar interesantes y quiero hacerlo con algo que estoy seguro de que te va a gustar.

—¿Cómo? —inquirí burlona—, ¿de pronto van a aparecer los de Oasis tocando violines exclusivamente para mi?

Maximilien negó con aires divertido, agarró una de mis manos y me guio hasta el centro de las butacas, ni tan delante ni tan atrás, no me respondió y su silencio me dejó dudosa. Estábamos a la distancia perfecta para disfrutar una obra de teatro al frente sin ningún problema y eso picó en mi curiosidad ¿ahora que seguía?

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora