Extra Maximilien

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Respira profundamente, cierra los ojos y mantén la calma.

Eso fue lo que se dijo el chico de veintitrés años que estaría a punto de contraer matrimonio en unos pocos días, aunque ya no. Él, que trataba de ver todo en la vida de una manera positiva, acababa de ser dejado por su prometida unos minutos atrás. Ella le había hecho una rápida visita solo para decirle que no podía continuar en una relación con él porque no era todo lo que buscaba.

—Te amo, pero...

Y allí, sus siguientes palabras fueron dolorosas, al menos para Maximilien. Aún así, le comprendió. Ahora, sentado en el sofá del apartamento en el que vivía en el centro de Milano, con una vista envidiable del Duomo, a finales de los días de invierno, estaba pensando. En todo, absolutamente todo, comprendiendo la situación, pensando en que pensaría por un instante las personas que habían recibido invitación a la boda, pero entonces pensó: ¿Y a mi por qué me tiene que importar lo que piensen los demás al respecto? No era asunto de nadie, después de todo, que la boda se cancelara y la razón para ello era asunto privado.

Pensó en que las cosas pasaban por algo. Todo pasaba por algo.

Claro que estaba dolido ¿Cómo no? Su novia de años, a la que amaba, la que sería su esposa, le había dejado a fechas previas de la boda y con todos los preparativos casi listos porque él no era todo lo que quería.

Sus palabras habían sido «Te amo, pero no puedes darme todo lo que quiero, Max»

Durante un segundo pensó en su madre, en lo mucho que iba a odiar a la chica después de haberla adorado tanto hasta el punto de llamarla «hija» por arruinar lo que sería la boda del año en Italia.

Y aún así, sabía que aquello no era problema de su madre.

Maximilien dejó salir un suspiro, se colocó de pie y fue por una botella de vino al bar para servirse una copa.

—Las cosas pasan por algo —repitió en voz alta para si mismo—, si, las cosas pasan por algo.

Sirvió la copa de vino rojo hasta la mitad y la bebió de dos sorbos.

Su teléfono estaba sonando desde la mesa de cristal frente al sofá del que se había colocado de pie, antes de acercarse para tomarlo y responder la llamada tras verificar de quien venía, se rellenó la copa de vino una vez más. El nombre de uno de sus amigos más allegados, abarcaba la pantalla en el identificador de llamadas.

Mitchell.

—Me he enterado.

Aquello es lo primero que escuchó tras deslizar el dedo por la pantalla y conducir el IPhone hasta su oreja. No dijo nada, no quería.

—¿Max?

—¿Cómo? —cuestionó Maximilien, sentándose en la orilla del sofá y bajo la mirada hasta el contenido de la copa.

Antonella —respondió Mitchell.

«Claro, la novia de su amigo» pensó, recordando que su ahora ex prometida y la novia de Mitchell eran amigas.

—¿Te parece si vamos por un aperitivo y hablamos de esto? —propuso.

Maximilien dudó, no quería estar en ese apartamento gigante, tampoco quería lamentarse, aunque mucho menos salir. Se lo pensó un segundo antes de responder, moviendo en un círculo la copa en su otra mano.

—Vale —accedió—, ¿Qué lugar tienes en mente?

Está este restaurante español, cerca del Duomo. Es nuevo, es muy bueno. La Vinoteca.

Padres Inexpertos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora