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Desde ese día en la colina Hitachi, cuando Sesshomaru acabó con el demonio jabalí que amenazo con lastimar a Rin, pero sobre todo a Kagome no pudo estar más tranquilo. Ese pensamiento de perder a su mujer lo atormentaba.

Los días pasaban y Sesshomaru no tenía ni idea de quién habría podido arremeter contra su soberanía. No podía ser alguien importante o potente, se habría enfrentado a él, habría dado la cara. Quien podía ser tan estúpido de arquitecta un plan tan tonto. No podían ser los otros lores de los otros puntos cardinales pues habían hecho un acuerdo de paz donde cada uno respetaría su propio territorio, y cada uno de ellos cuidaría y protegería celosamente sus dominios manteniendo la armonía.
No era eso que lo preocupaba, lo preocupaba Kagome. Le preocupaba el hecho que seguía siendo humana, la unión entre el y ella no se había llevado a cabo por completo, pues aún no habían consumado en la intimidad, de esta forma el podría darle un poco de longevidad a su vida. Pero no la inmortalidad para vivirla a su lado. Un ataque sorpresa, un atentado de forma directa hacia el podría acabar con su frágil vida.

Aún conservaba el elixir pero no era fácil. No podía presentarse y decirle: te traje este exilir de la inmortalidad, renuncia a tu humanidad. Sobre todo tratándose de Kagome. Era una mujer muy arraigada a sus principios. Había aprendido a conocerla, ella le estaba enseñando tantas cosas. Como podía una humana, raza que el consideraba inferior, una humana de tan solo 21 años poseer tanta sabiduría? El era una máquina de guerra, protegía celosamente todo lo que le pertenecía y lo que más quería. Entendía solo de guerra y de violencia, pero del amor, de la familia no sabía nada, ella a cada hora, cada día le enseñaba lecciones de vida y lo único que quería era poder protegerla.

Los días y las noches pasaban, la preocupación de Sesshomaru crecía, algunas noches no acompañaba a su mujer a dormir. Takeo aún no se presentaba, si no había hecho acto de presencia era porque aún no tenía ninguna noticia. Estaba cansado de pensar y darle vueltas al asunto. Talvez eran un par de noches que no dormía junto a su mujer.
Kagome comenzaba a extrañarlo. Se le veía raro, sabía que algo estaba sucediendo pero no tenía idea de qué. Se preguntaba si se trataba de ella. Si se había aburrido de esperarla, o si simplemente se había aburrido de ella. También su mente era un mar turbulento.

Kagome estaba en su habitación, sentada en su futón abrazada a sus rodillas, su mente estaba lejos.

~ Qué te sucede Sesshomaru? Te siento tan lejos de mi. Tal vez al final no estaba tan equivocada. Tal vez sí tenía razón. Te aburriste de mi, solo fui una emoción pasajera. Temía enamorarme de ti, tenía miedo que un día te alejaras y rompieras mi corazón. No sé si es lo que va a pasar, pero me da miedo. Debí haber escuchado mi voz interior. Pero decidí creer en sus palabras. Yako, Sesshomaru el mismo y a la vez tan diferentes. No puedo más con esta incertidumbre. Tengo que enfrentarlo. Quiero que me diga las cosas mirándome a los ojos. El o Yako, no me importa, quiero saber!

Kagome se levantó y se puso su Yukata. Había decidido que lo buscaría y hablaría con el. Sabía donde se encontraba. Sesshomaru se hallaba en su habitación. Un pasillo los separaba. Estaban cerca pero ella lo sentía tan lejos. Deslizó el shoji y salió de su habitación. Se paró frente al shoji de la habitación de Sesshomaru. El susodicho estaba sentado sobre su futón con su espalda apoyada contra la pared. En sus manos tenía el elixir. En los últimos días era un pensamiento fijo. Cómo le diría a Kagome de tomarlo. El Yokai sintió el aroma y la presencia de su mujer. Guardó el elixir en uno de sus bolsillos. Ella tocó....

- Adelante.
Kagome deslizó el shoji y entró a la habitación.
Frente a Sesshomaru se había presentado una mujer de singular belleza, parecía una ilusión, su piel blanca era iluminada por la luz de las velas que había por toda la habitación. Su cabello desprendía un aroma seductor. Ella se quedó de pie sin decir una palabra. El la observaba con la misma expresión fría de siempre, pero dentro de él sus emociones estaban agitadas. Ella había aprendido a conocerlo, pero ese repentino alejamiento la hacían titubear. Ya no lograba descifrar las miradas del Yokai.
El silencio comenzó a incomodar a Sesshomaru.

ERES MI MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora