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- Cómo has dicho? Mi culpa? Y por eso te revolcabas con tu concubina? qué fue de aquello que  que no tenía que compartirte con ninguna que tus concubinas ahora estaban al servicio de tus soldados? Eres igual a todos los hombres.                                                                                     

- Sí, todo esto fue tu culpa y no me importó...  hice lo que estuvo en mis manos para evitar el caos. El día que intenté eliminar a Satoru tu interveniste, impediste que lo asesinara, porque dijiste que no era necesario derramar sangre, pero si yo hubiese ejecutado mi decisión en ese momento, no habríamos pasado cuatro años separados, no habrías pasado cuatro años odiándome creyendo que te abandoné, porque gracias a tu genial intervención Satoru planeaba llevarte y tenerte como su mujer, gracias a eso, formó un enorme ejército, que después de eliminarme se habrían repartido entre todos mi territorio, desatando caos, guerra, muertes, muertes humanas, personas inocentes.  Pero tu no lo sabías verdad? Cómo podría saberlo la señora... si me encargué que estuvieras al oscuro de todo para que no te sintieras culpable de todo lo que estaba pasando.  Es por esa razón que Inuyasha y tus amigos vinieron al palacio... para colaborar, para detener la guerra que se habría desatado... por ti.  Pero creo que habría sido mejor que también cargaras con un poco de ese peso... tal vez así dejarías de culparme, así habrías comprendido que el origen de todo ese caos, de ese complot fue por haberte escuchado, por verte feliz, por ganarme tu corazón, cuando más bien debí cortar el mal de raíz.

Sesshomaru estaba furioso... parecía que ella siempre estaba lista para juzgarlo, para acusarlo, nunca le daba el beneficio de la duda, a pesar  de que el siempre le había demostrado que era sincero, nunca le mintió y que todo lo que hacía lo hacía por amor, porque la amaba, pero ninguno de sus esfuerzos parecían valer la pena.

- Y las cosas no acabaron ahí... fui maldecido por un ser supremo, jamás habría podido verte, ni los chamanes, ni la magia de Irasue pudo romper la maldición.  De verdad crees que eres la única que sufrió, o la única que estuvo mal? Al menos tu tuviste una alegría, nuestra hija... porque también es mi hija, al menos para ti salía el sol.  Todos los días eran iguales, todos los días caía la nieve, todos los días me recordaban el día en que te perdí.  Pero veo que para ti, nada de lo que yo haga tiene importancia. Ahora dices que nunca más te tendré, que nunca más serás mi mujer. Pues déjame decirte lo siguiente: tendrás que soportar ver mi cara cada día de tu vida, porque yo no pienso renunciar a mi hija si lo que piensas es irte de aquí.  Si quieres irte, hazlo, no te detendré. Nunca lo hice y no lo haré ahora. Pero te irás sola. Kyomi se quedará en el lugar al que pertenece.  Ya no te suplicaré, ya no te buscaré aunque mi amor por ti no haya desaparecido. Si decides quedarte también estás libre de hacerlo, este fue y siempre sera tu hogar.

Sin nada mas que agregar Sesshomaru dio la vuelta y se marchó.  Kagome se quedó de una sola pieza.  Sesshomaru nunca le había hablado de esa forma. Tragó en seco para contener sus lágrimas, una de sus manos se colocó sobre su pecho y respiró profundamente.  En ese momento sentía todo, menos enojo.  Recogió con sus manos su kimono y se dirigió a su habitación.  Sentía un nudo en su garganta, sentía dolor en su garganta, como si algo enorme quería salir de su pecho y se abría paso a traves de su garganta. Abrió su boca y un fuerte suspiro salió de ella acompañado de lágrimas.  Las lágrimas mas amargas que había derramado en toda su vida.  Por primera vez sintió que había sido egoísta, comenzó a recordar cada una de las cosas que el Yokai había hecho por ella, por ganarse su amor, pero ella simplemente le ponía las cosas difíciles.  Lo que mas le dolía en ese momento era pensar que mientras ella sufría el se acostaba con otra mujer. Cómo pudo ser capaz?

El olor a sal de las lágrimas de Kagome llegaron a las narices de Sesshomaru. Cerró sus ojos sintiéndose mal por su dolor, pero ella lo había herido en su orgullo. Esta vez no repararía las cosas. Por mucho que su corazón doliera, por mucho que la amara, era él quien la buscaba siempre. Había tenido suficiente. Había tomado la decisión.  Ya no la buscaría.  Sería definitiva? Ni el mismo podía saberlo.  Su corazón le pertenecía a ella y solo a ella, no había dejado de amarla y no lo haría, con su sola presencia era feliz.  Ella y Kyomi eran toda su felicidad.

ERES MI MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora