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- Kagome... su voz era ronca.
Sesshomaru, Yako estaban rotos, su corazón se había hecho mil pedazos. Nunca había sentido un dolor como ese. Pero había que intentarlo. Sino sentiría repetirse ese dolor cada vez que la vida de su mujer llegara su fin.
Tomó a su mujer en sus brazos y la colocó sobre el futón. Desenvainó a colmillo sagrado para ver si los esbirros del inframundo se habían hecho presente.

Entonces Sesshomaru los vio. Tomó la botella con el elixir y abrió la boca de Kagome haciendo que ésta lo bebiera. La recostó de nuevo y esperó de rodillas junto a ella.
Pero no pasaba nada. Decidió esperar un poco más, no podía perder la paciencia. La noche era fría y silenciosa.  Todos habían escuchado el grito desgarrador de su amo y se alarmaron.  Se acercaron un poco, pero solo un poco. Lo más aconsejable era estar lejos de él estando en esas condiciones.  Podían sentir por su aura que algo malo le había sucedido y que tenía que ver con su señora.

Sesshomaru siguió esperando, los minutos pasaban pero al parecer no pasaba nada, no estaba funcionando. Había pasado alrededor de una hora. El cuerpo de Kagome empezaba a perder su calor. Sesshomaru tomó sus espadas y salió de la habitación. Sus ojos se habían vuelto rojos. En ese momento la ira lo controlaba, quería destruir todo. Los sirvientes lo vieron y se apartaron.

- Límpienla y prepárenla para su funeral... fue lo único que dijo el Yokai con una voz aterradora. Se convirtió en una esfera de luz y desapareció en el firmamento.

Los sirvientes entraron y vieron las ropas de su señora teñidas de sangre en la parte del abdomen. Ella estaba acostada en su futón.  En su rostro había un gesto de tranquilidad. Parecía que dormía serenamente, pero sus labios estaban pálidos, habían perdido su color.  La vida la había abandonado. Reiko, Narumi, Yoriko, Hitoshi y Jaken estaban de pie frente a la habitación. Las tres sirvientes comenzaron a llorar. Narumi tapaba su boca con ambas manos mientras lloraba copiosamente, Reiko se abrazó a Hitoshi mientras lloraba, Jaken no simpatizaba con ella pero sabía que este era un trago amargo para su amo. En el fondo ella no merecía morir pensaba el pequeño Yokai quien cerró sus ojos y bajó su cabeza mientras negaba con la misma.

- Vamos! Podrán llorarla después ahora limpien su cuerpo y prepárenla para los actos funebres... indicó Jaken... todo debe ser perfecto se trata de la mujer del amo.
Las sirvientes comenzaron a preparar todo.
Mientras todo esto ocurría el alma de Kagome estaba suspendida en algún lugar entre el más allá y el mundo de los vivos.

- Kagome... dijo una voz masculina... la azabache abrió sus ojos al oír que la llamaban.
- Kagome... la misma voz la llamó de nuevo.
- Quiern eres?... preguntó.
- Sabes donde te encuentras?...
- No lo sé, no se donde estoy ni quien eres... muéstrate.
Todo estaba oscuro. De la nada una luz blanca cegadora comenzó a brillar. Ante los ojos de Kagome se presentó una silueta, no podía ver su rostro solo su silueta.
- Soy Izanagi... soy el creador de estas tierras y el creador del elixir de la inmortalidad.

Kagome abrió sus ojos con estupor. Hizo una reverencia. Ahora lo recordaba todo, el elixir, su muerte.... Sesshomaru. La sacerdotisa hizo una reverencia.
- Su majestad... divinidad... deidad... no se como llamarle!... dijo con un tono de preocupación.
- Izanagi está bien. Dime Kagome... amas tanto a ese Yokai que fuiste capaz de morir por amor?
- Así es mi señor!
Izanagi hizo una pausa antes de comenzar a hablar de nuevo.
- A eso le llamo un acto de fe... sobre todo cuando tienes que enfrentarte a lo desconocido.
- Mi señor, también podría considerarse una locura. Pero quien no ha cometido locuras por amor? Yo... lo amo locamente.
Izanagi la escuchaba con atención.
- Mi señor... puedo saber cuánto tiempo he transcurrido en este lugar?
- Alrededor de una hora... dime Kagome, te gustaría quedarte?

La azabache junto sus dos manos llevándolas a su pecho mientras en su cara se formó un gesto de aflicción.
- Llevo muchos años solo, miles de años solo. Tengo el poder de convertirte en la diosa del mundo espiritual. Basta que tú lo desees. Además, eres una mujer con un don especial. Tu poder sagrado es una fuente inagotable y tu hermosura no se compara a la de ninguna otra mujer que mis ojos hayan visto nunca antes.
Kagome se mantuvo en silencio pero su corazón estaba llena de angustia. Debía regresar. El tiempo quizás se estaba agotando. No podía imaginar a Sesshomaru en esos momentos, pensar que todo había sido un fracaso. Pero aunque fuera el dios de dioses ella no aceptaría jamás algo así.

ERES MI MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora