~CAPITULO 33~

9.1K 389 13
                                    

Hace 4 años atrás....

El día de su desgracia.

KAYLA

Hace unos días mi querido "padre", noten el sarcasmo, apareció y el muy sinvergüenza se dignó a pedirme dinero el cual obviamente no le brindé. No se me olvida todo lo que tuve que pasar por no tener un padre que de la cara por nosotras dos. Él también me procreó e ilusionó a mi madre y no tuvo la decencia de hacerse cargo de sus actos y llámenmen rencorosa pero en este caso mi corazón no lo puede no ser.

Cambiando de tema, hay un tipejo que no para de ser pesado en las horas de mi horario, más encima se sienta siempre en algunas de las mesas que se me fue asignadas. Un total idiota, eso es lo que es. Y hablando del rey de Roma se posa en la barra justo frente de mí, ¿por qué me observa tanto?¿Qué me ve?

— Disculpa, ¿te puedo ayudar en algo?—pregunto incómoda.

— No... he bueno, un café estaría bien, por favor—pide y su voz llegó a causarme escalofríos.

— Claro, de inmediato.

Sirvo su café en una taza y la coloco en frente suyo, y cuando alzo la vista me encuentro con la suya pero su mirada me está asustando y también cabe recalcar que es muy opresora.

Le sonrio rápidamente y sigo con los otros pedidos.

___☆☆☆___

Se suponía que debía salir a las 9.00pm pero Bruce el gerente y supervisor de aquí me pidió hacer unas horitas más, cosa que me beneficia algo ya que son contadas como horas extra y así poder tener unos ahorros más para la universidad. Digamos que no la necesito pero quiero depender de mí misma.

Veo entrar al pesado de Cristóbal mientras se acerca a mí donde estoy limpiando las últimas mesas.

—¿Qué haces a media noche aquí? ¿Te perdiste por el camino donde venías?—inquiero molesta.

— Kay, hija necesito hablar contigo en un lugar más privado, por favor—dice mirando su alrededor disimuladamente.

— Te he dicho que no me llames así, y si tienes que decirme algo pues hazlo aquí también te digo desde ya que no te daré el dinero así que pierdes tu tiempo si viniste por ello.

— Ya deja de ser tan testaruda y te estoy diciendo que quiero hablar contigo.— Apreta sus dientes, tencionando su mandíbula.

— Y yo te estoy diciendo que no tengo nada que hablar contigo.— Salto a la defensiva.

Termino de acomodar la mantelería y quiero caminar a la barra pero su mano tira de mi brazo haciéndome volver de golpe, lo miro mal y me suelto bruscamente.

— Por favor hija... necesito hablar contigo.— Pone cara de cachorro.

Suspiro—: Bien, espérame unos cinco minutos afuera ya estoy terminado mi turno.

—¡Gracias!

Asiento y cada uno toma su rumbo, termino de ordenar lo faltante en la barra, tomo el abrigo con la mochila y salgo. Saludo a los otros empleados que se quedaron haciendo el turno junto a mí. Lo veo parado a unos metros de la cafetería y camino hacía él. ¿Por qué está tan apartado?

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora