~CAPITULO 13~

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KAYLA

Solo faltan 3 días para mi boda, se sigue sintiendo raro decirlo, el sábado me caso por civil.

Ya compré el vestido con la tarjeta platino que me dió Samuel a pesar que la rechacé con él no se puede, siguiendo con el vetido es simple, blanco, pegado al cuerpo, con escote en "v" y un cinturón en el abdomen.

Estos días no ha pasado nada nuevo, y hoy tenemos una gala benéfica, así que ahora estoy por meterme a la ducha para sacar todo rastro de suciedad de mi cuerpo, lo bueno que  tengo la depilación definitiva, me ahorro tiempo. Me desnudo y me miro al espejo donde mis ojos caen en la cicatriz que tengo en mi cadera y parte de mi abdomen bajo del lado derecho, quito mi vista y me limpio una lagrima que se me salió sin darme cuenta.

Salgo, me coloco crema corporal olor a fresas. Me coloco mi ropa interior color bordo, y luego el vestido de color azul rey que tiene la espalda descubierta con una tira que va enganchada por mi nuca y con una abertura en la pierna izquierda, los tacones negros, me maquillo suave en los ojos y un rojo carmesí en los labios. En el cabello me hago un recogido con algunos mechones sueltos.

—¡Te ves preciosa!— dicen mis 3 personas favoritas detrás de mí, mientras me miro al espejo.

— Gracias—digo con una sincera sonrisa.

No he podido decirle a mamá que cuando me case me iré con Samuel a vivir. Y eso me genera una angustia terrible, nunca nos hemos separado así. Espero que no lo tome mal.

Tocan el timbre y llegó la hora.

Saludo a la tres y abro la puerta encontrándome a un Samuel con un perfecto traje gris que le queda espectacular.

— Hola, ya estoy lista—exclamo.

— Hola, ¡Te ves preciosa!—confiesa con una sonrisa sincera.

— Gracias. Tu igual te ves guapo— Siento mis mejillas arder.

— Gracias. ¿Nos vamos?—inquiere mientras me ofrece su mano.

— Sí.— La tomo gustosa y nos andentramos en el auto para ponernos en marcha.

___☆☆☆___

Samuel me toma de la cintura mientras yo rodeo su cuello, y nos movemos al ritmo de la música. Desde que hemos llegado no nos hemos separado más que para ir al baño, que ni hací porque el me acompaña hasta la puerta y me espera ahí o viceversa.

He notado que es muy posesivo, siempre que algún hombre posa su mirada en mí me apreta más hacía él por la cintura o si estamos solo con las manos me coloca bien pegado a él, o sino me da castos besos, los cuales me estoy haciendo adicta.

Hace su actuación muy bien y no me quejo pero hay momentos que me exaspera, también no solo son miradas hacía mí, él se lleva una parte también.

Termina la melodía y me deja un beso en la frente, causandome ternura, toma mi mano y caminamos hacía la mesa para beber un poco de las exquisitas copas burbugiantes. Siento caer la bebida quemando al pasarla y disfrutando su gusto, cuando una voz conocida habla a nuestras espaldas. Nos volteamos y no puedo creer quién es...

— Hola Sam, tanto tiempo, ¿no?— Saluda Maia, la ex de él con una sonrisa.

— Que tal, Maia—responde serio y cortante.

—¿Quién diría que tendrías una relación con la niñera?—espeta con burla y malicia.

Samuel me apreta más a su cuerpo sintiendo su pecho tibio en mi espalda.

— Pues ella sí me hace sentir querido y me da lo que necesito—lo dice tajante y lo segundo sonó con doble sentido.

Yo sólo quería salir de ahí o que se fuera. Si con las miradas se pudiera matar, alguno de ellos estaría muerto ya con esas mirada mortales que se lanzan. Pero el caso, ¿por qué se destestan ahora? ¿Tan mal terminó su ruptura?

— Me alegro. Adiós—expresa dando vuelta sobre sus talones y marchándose.

Samuel suelta un bufido soltandome y tomándose el puente de su nariz, me mira y cambia su rostro a enojo mirándome mal.

¿Y ahora qué hice?

Pienso que me dirá algo pero no, se da vuelta y sale al balcón del salón. Me debato si ir o darle su espacio.

Y decido darle unos segundos para luego ir. Camino hasta llegar al balcón y lo veo estar apoyado sobre el barandal de cemento con sus manos  en sus bolsillos, y su cabeza gacha mirando ido el suelo. Me acerco con pasos lentos, cuando él me percibe. Levanta su cabeza y me mira neutral. Así que decido hablarle.

—¿Estás bien?—pregunto preocupada.

— Sí, oye no hace falta que vengas hasta aquí para burlarte de mí, así que si es eso te pido que te marches en unos minutos ent...

Lo miro confundida, porque los estoy, ¿por qué vendría a burlarme de él? No lo dejo terminar porque lo interrumpo.

—¿Qué? No. ¿Por qué me burlaría de ti, por qué piensas eso?—espeto sin entender y el seño fruncido.

— Por lo que acaba de pasar, ya Maia te rebajo a ti y no sólo eso, se burló de mí en mi propia cara—exclama eufórico.

— Oye, pero no te preocupes por eso, a mí no me afectó en nada— En realidad lo hizo pero no se lo diré, demasiado mal se siente—, sólo no le des importancia—le digo acercándome a él y colocandome en frente suyo con los brazos cruzados—. Recuerdas cuando me dijiste que no le diera importancia a lo que dijo la idiota esa sin modales en Chicago— Le recuerdo—, bueno tu haz igual.

El lanza una risita y me mira con una media sonrisa, y luego es como si pensara si decirme algo o no hacerlo.

—¿Te puedo preguntar algo?— Me mira con esos hermosos ojos.

— Sí.

—¿Por qué no permites el contacto de otros hombres? Me refiero a que lo evades—pregunta curioso y me pongo incómoda.

—¿Por qué tú te llevas mal con Maia?—interpelo evadiendo la pregunta.

El levanta sus cejas. No se lo esperaba.  Asiente despacio, sabiendo que son temas que queremos evitar.

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora