~Capítulo 13~

79 18 13
                                    

~LAIA~

Las sesiones con psiquiatría, psicólogos o terapeutas nunca han sido lo mío. Se creen superiores, creen saber todo lo que está pasando en tú cabeza, cuando en realidad no es así, ellos solo sabrán lo qué pasa si así quieres que sea.

Heysi se encuentra frente a mí escribiendo en lo que parece ser un block de notas, rosa. Levanta la mirada y muestra esa sonrisa tan perfecta que tiene.

—Entonces no te habló, simplemente te miró.

—Sí. —afirmo.

—¿Nunca te habló?

—No..bueno sí, pero no en ese momento.

—¿Cuándo? —me miraba solo cuando yo hablaba, cuando no, anotaba más cosas.

—En la habitación después de....

—¿Después de que bebieras con tus amigos? —no dejó que terminara. Su tono es tan molesto.

—Justo cuando me puse suuuuper peda. No podía casi ni caminar. De hecho tuve que sujetarme de las paredes del pasillo ahora que recuerdo. —escupí. Sus ojos se abrieron a modo de sorpresa pero la sonrisa de boca cerrada se ensanchó.

—Mmm ok. ¿No has pensado en la posibilidad de alucinaciones por el alcohol? —esta ves no apartó la mirada.

Me acomodé en mi asiento, pensando un poco en la posibilidad de que fuera así pero no, ya lo había visto de antes, además yo lo sentí sujetarme. —Lo ví antes, además tampoco estaba yo como para alucinaciones.

—Yo creo que sí.

Respira Laia.

Diga lo que diga no implicará ningún cambio. Supongo que ella piensa que voy a seguir discutiendo sobre el tema, y es de lo que tengo ganas, pero no lo haré. Soy una estudiante universitaria, mi coeficiente intelectual es suficiente para saber qué por mucho que defienda mi realidad nadie va a creerla, si mi madre no lo hizo, nadie lo va a hacer.

—Bueno, puede ser. —dije. Obviamente no se esperaba esa respuesta.

Sorpresa Heysita.

Ahora que lo pienso, tomé demasiado aquel día, quizás el hombre que ví en el baño era un invitado cualquiera. —mentí.— No puedo suponer cosas sin pruebas y si el dueño de la casa dice que no vive nadie más es porque no vive nadie más. —añadí.

—Me da gusto que aceptes la realidad, de otra forma iban a ser los 45 minutos de sesión más aburridos y repetitivos. —admitió.

Parece que ella no tomó la clase en la que te enseñan la manera correcta de lidiar con los pacientes. No le dices eso a un paciente.

—¿Puedo irme?

—Emm sí. —dijo entregándome un papel escrito por ella.— Aquí dice que no tienes ningún trauma y explica otras cosas.

Otras cosas como que tomé de más y eso. Que mal se siente fingir que estás de acuerdo con algo con lo que no lo estás.

Me levanté del sillón. —Gracias. —por hacer absolutamente nada.

—Es mi trabajo.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora