~Capítulo 11~

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~LAIA~

A veces las enfermedades más comunes son las más molestas, no las más dolorosas, pero sí las más molestas.

Soplo mi nariz. —Loratadina. —apenas se entiende lo que digo. Esta es la tercera vez que lo repito para la señora de la caja.

—Oh, Loratadina. Dame un segundo y te la traigo.

Asentí. Estoy comprando antihistamínicos, medicamentos que tratan los síntomas de las alergias, porque justo eso tengo, alergia, y mucha. El maldito cambio de tiempo haciendo de las suyas. La señora se acerca con el pote. —¿Sabe cómo tomarlas?

—Umju. —asiento y vuelvo a soplar mi nariz.

—¿Va a llevar algo más? —pregunta.

Niego con la cabeza.

—Noooooo.. —grita Ennid que atraviesa el pasillo con más cosas en las manos. —Digo, sí, sí llevaremos algo más.

Olvidé por completo que Ennid había entrado detrás. Estaba en mi casa pasándome los apuntes cuando decidí comprar el medicamento, así que se brindó a traerme en auto. No me negué, prefiero eso al bus.

—Condones, compresas y tampones, —lo pone todo sobre la mesa.— que nunca está de más y además ya que quedan pocos. —dice sonriéndole a la señora.— Ah y ¿esos son chicles no?. —la mujer asintió— ¿Me pone dos cajitas?, es que los cigarrillos no dejan muy buen aliento.

Una ves pagado todo volvimos al auto. —Ennid, no tienes que estar dándole explicaciones a las personas de para qué necesitas las cosas.

—¿Eh? —me miró confundida abrochando su cinturón.

—Que a la señora no le importaba para que querías las compresas, los condones o los chicles, tienes una mala costumbre de querer siempre explicarlo todo cuando no tienes que hacerlo. —soplo mi nariz. Dudo por un momento que me haya entendido pero lo hace, porque me responde.

—¿Estás de mal humor o algo?. Llevas dos días terriblemente insoportable.

—Era un consejo. Disculpa por querer aconsejar a mi amiga. —hago una pausa.— ¿Traes agua?. Quiero tomarme una pastilla ya mismo.

Saca un termo de su cartera y me lo pasa. La mochila y/o cartera de Ennid es como la de Dora la exploradora, infinita, siempre trae de todo en ella. —No tienes que darme tantas explicaciones de para qué quieres el agua, con pedírmela ya está. Tienes esa mala costumbre. —escupe.

No puedo evitar sonreír y le doy un manotazo en el hombro. —Pesada.

Una vez en casa tomo un buen baño y junto a Ennid comemos pizza hawaiana, mi favorita. Estamos viendo una peli en el televisor del cuarto, la última de Bob Esponja, me encanta, ya la he visto varias veces y no me aburre, por
eso me extraña este sueño repentino. Presiento que el antihistamínico es el causante y no puedo luchar contra él.

(...)

—No quiero. —lo empujo, pero él sigue intentado besarme en esa cama tan cómoda. —Que no quiero dije. —me quejé sin recibir respuestas.

—Para por favor, no quiero.

El miedo se apodera de mi cuerpo, pero no dejo de luchar, mis mejillas se empapan con lagrimas. Estoy mareada, creo que bebí de más. Confundida, ¿qué está pasando?, no debería estar aquí.

—No quiero.

Laia.

—No te hagas de rogar, sé que quieres.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora