~Capítulo 36~

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~IAN~

Que asco.

Maldito vicio asqueroso es el cigarro. Llevo dos horas aguantando la ansiedad que me provoca estar sin fumar. Y que asco de teléfono tengo que no para de sonar. Ya se quién es, no necesito mirarlo. Vuelvo a sacarlo, cuelgo y lo guardo. Intento calmarme un poco pero mi pierna sube y baja ansiosa. No es el momento, y mucho menos el lugar.

—Laia. ¿Recogemos la mesa? —habla su madre.

Ella asiente con la cabeza y se dispone a pararse. Su mirada se cruza con la mía por unos minutos. La noto nerviosa, y ¿cómo no estarlo? Su madre no paró de intentar sacarme de quicio en toda la noche.

Por suerte habían papas y quiero a su hija.

Me levanto a la par. Por fin voy a envenenar mis pulmones. Rebusco en mis bolsillos y saco mi cajetilla.

—¿Fumas George? —le pregunto, invitándolo. Éste asiente. Le doy un cigarrillo y nos alejamos al jardín.

Tengo la cabeza hecha un lío desde aquel día. Laia no ha tenido ningún otro episodio de ansiedad. Y de lo otro... tampoco ha aparecido más. Y mejor que no lo haga. Porque iría preso. No él, yo. Lo mataría sin pensarlo.

—Que ganas tenía. —digo soltando todo el humo de mis pulmones.

La noche está muy oscura. La luna está oculta en algún lugar y no hay ni una estrella en el cielo.

Ian Rompe Silencios. Ese es mi nombre.

—Y qué lo digas —George tomó una calada larga—. Por cierto tío, vaya suegra tienes.

Me río. Tiene razón.

—Creía que te retaría a un duelo o algo así.

Ambos nos reímos esta vez y George apoyó una de sus manos en el muro que separa la casa de la calle. Se apoyó para con la otra mano lanzar el cigarro.

—Que rápido eres. —le digo mientras doy otra calada a mi vicio.

—No. Es que nunca lo termino completo. Creo que es manía —O sea que acabo de gastar un cigarrillo en un tío no vicioso. Genial.

Siento el teléfono vibrando en mi bolsillo. No me apetece sacarlo aunque es muy molesto que esté vibrando constantemente.

—Oye George —le digo por fin—. No tienes que esperar por mí. Después de este me fumaré otro.

Sí. Soy un suicida.

George alza las cejas, sorprendido. —Oh ok. Muchas gracias por la invitación. —bromea.

Muestro mi sonrisa burlona y tiro mi cigarro después de la última calada, la que más se disfruta. Vuelvo a trastear en mis bolsillos y enciendo el próximo cigarrillo.

Que conste que no me gusta apagar mi teléfono porque siempre que lo hago pasa algo malo. Sino ya lo hubiese hecho, que coraje. Vuelvo a sacarlo y me quedo mirando la pantalla por un rato.

Aún no entiendo el nivel innecesario de intensidad.

No pasa nada.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora