~Capítulo 2.2~

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~LAIA~

Siento el teléfono vibrar en el bolsillo de mi bata, un mensaje de mamá.

MOM <3      3:00am
¿Cariño cómo va esa guardia?

Mierda, mierda, mierda. Olvidé avisarle que vendría.

Mis piernas duelen de lo mucho que he bailado, no me había dado cuenta de la hora.

Tengo que llamar a mi madre, pero con este ruido no oiría nada.

Le preguntaría por un baño a Ennid pero es imposible que me escuche, o que me vea, me descuido solo dos minutos para mirar mi teléfono y ya está comiéndose al rubio.

Busco con la mirada algún lugar con menos personas y solo noto que han llegado aún más.

Como puedo, vuelvo por donde mismo salimos y sigo por un pasillo largo en el que sospechosamente no hay a ningún alcoholizado.

Al llegar al final veo una puerta semi abierta que parece ser un baño. La abro y sí, es justo eso.

—Hola Lai, cariño —siento su voz soñolienta—. ¿Pasa algo?, ¿todo bien?

—Sí mami, ¿cómo estás? —estoy medio ronca.

—Bien amor, solo agotada.

—Claro, pero yo estoy cansada ya de decirte que no me estés esperando despierta en mis noches de guardia, mamá —hice una mohín—. ¿Cuándo será el día que me harás caso?

—Cielo ya voy a acostarme, solo quería saber si llegabas temprano a casa de las gemelas esta vez, ya papi está dormido.

—Sobre eso mamá —tragué saliva—, estoy en casa de unos amigos de las gemelas, estábamos pasando el rato, pero ya casi acabamos aquí y nos vamos a su casa.

—¡LAIA SILVER!

Buen grito. Me recordó a la carta vociferadora de Molly Weasley en la peli de Harry Potter.

Aparté un poco el teléfono del oído y aún así puedo oírla

—¿QUÉ TE HE DICHO DE AVISARME CON TIEMPO SOBRE ESTAS COSAS?

—Mamá no es gran cosa —me excusé—. Es decir, solo pasamos por aquí. Hace camino a la casa. Ya nos vamos.

—Silver, ten mucho cuidado con todo, no tomes nada de alcohol, y no aceptes ni siquiera agua de desconocidos. Ya hablaremos mañana, ¿me oyes?

Ya hice todo eso.

—Que siii, te amo.

—Te amo, amor.

Ay Laia Laia, ¿acabas de mentirle a tu mamá?

¿Eh? Obvio no mentí, solo omití información irrelevante cómo la hora exacta a la que nos iríamos.

Ya que estoy aquí aprovecho para arreglarme un poco en el espejo. Estoy toda sudada y mi pelo es un desastre. Refresco un poco mi cara con agua del grifo y la dejo empapada, pero porque no hay dónde secarse.

Abro la puerta concentrada en las y pegó un brinco al notar qué hay un hombre recostado en la pared frente al baño.

—¡Mierda!, que susto —le sonrío. El tipo no reacciona —Lamento la demora —digo fingiendo otra sonrisa. Está mirándome fijamente—. ¿Querías entrar?

No consigo respuestas, me sigue mirando como con la mente en blanco, sin apartar la vista.

Mi mirada se queda fija a sus ojos grises, los que he visto de este color son casi azules, pero estos son oscuros y su mirada se siente tan fría sobre la mía que casi me dan escalofríos.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora