~Capítulo 35~

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Nota de la autora: (+ 18 por aquí 🔞) uwu

"Tu mente se creerá las mentiras piadosas pero conoce también las verdades que duelen y que hacen que esas mentiras sean necesarias. Y tu mente te castigará por creer ambas cosas"
                                          Patrick Ness

~IAN~

—¿Como estás? —pregunté.

Mi voz sonaba cansada porque lo estaba. Por suerte ni siquiera tuve que preparar el desayuno porque Emma lo dejó listo.

Cuando la desperté se sentó en la cama como flash rascándose los ojos y tomó de la bandeja las fresas con crema sin decir una sola palabra. Le había traído algo dulce y algo salado porque no sabía que prefería.

—Ahora bien alimentada. —Se lamió los labios, intentando limpiarlos y me mostró una sonrisa amplia.

Eso me hizo gracia y solté una carcajada corta.

—Aún tienes crema de leche por aquí. —dije señalando en mi propia cara para que tuviera una idea.

—¿Dónde?

—Aquí. —repetí la seña.

—¿Puedes ayudarme? —sugirió inclinándose hacia mi.

—Déjame ver. —Me corrí un poco más hacia ella hasta que quedamos pegados. Aparté el mechón rebelde y lamí la crema que quedaba sobre su labio.

No protestó. Por el contrario quedó con los boca entreabierta y los ojos cerrados, como esperando más. Al notar que yo ya había acabado abrió los ojos y ladeó la cabeza.

—¿Qué? —sonreí—. Ya no tienes nada sucio.

Sus mejillas se tornaron de ese mismo color rosa que toman siempre y me dedicó una sonrisa fingida de boca cerrada. —Gracias...

—Es un placer. —dije a modo de broma.

Laia sonrió y me tomó de las manos.

—Me refiero a todo... Gracias.. por todo.

No supe cómo responder a eso así que solo asentí. No creí correcto, por más que quisiera, sacar el tema de nuevo a flote. Porque además sabía que no llegaría a nada.

Laia no dijo nada más por un momento así que nos quedamos en silencio. Silencio, pero para nada incómodo.

—Ya Emma y Annie se fueron. —anuncié.

—¡Que bien! —exclamó medió frustrada y se recostó al cabecero de la cama.

—¿Qué pasa?

—Nada.

—Por favor, dímelo. —Era evidente que algo estaba mal. Algo nuevo.

—Nada, es que aún me duele la cabeza —Sentí que mintió pero no quise insistir—. Además, no me trajiste leche para bajar el desayuno y siento que aún está todo en mi esófago. —añadió.

—No pienso bajar ahora solo a buscarle un vaso de leche a la princesa. No te falta ninguna pierna.

—¿Por favor?

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora