~Capítulo 24~

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~IAN~

Respiro.

Siempre pasan estas cosas en los lugares menos indicados. Recuerdo cada maldita vez que me ha pasado. Así empieza y es difícil que termine con todos los que me rodean sanos en perfecto estado.

—No hagas tanto drama princesa —la voz de Kevin viene a mi cabeza—. Cálmate.

Aún temblando intento estacionar desviándome un poco de la carretera. La maldita ira crece cada vez más y a este paso no seré capaz de conducir.

—¿Qué haces princesa?

—Cállate Kevin. O juro que acabaré golpeándote a ti. —lo amenacé.

Mi cabeza está viajando hasta ese momento. Fue la primera vez que tuve un ataque de ira frente a Kevin. Él ya sabía de mi situación pero nunca me había visto pasar por esto.

—No, no lo harías. —dijo con la mayor seguridad del mundo.

Nunca entenderé esa capacidad que tiene de hacer que las cosas parezcan tan normales. Incluso sabiendo todos los líos en los que me he metido por esta mierda.

—Ya cállate Kevin. —grité.

Llevó su mano derecha a la cabeza. —Serás idiota —dijo y salió del auto dejando antes un portón—. Baja del puto auto. —añadió gritando.

—¿Qué mierda haces Kev? —mi cerebro desconcertado trata de entender qué está pasando.

—¿No querías pelear? Matémonos aquí fuera. Soy muy genial para morir en una mierda de accidente de auto por tú culpa. —gritó frotándose los nudillos—. Baja de un vez.

¿Pero si ya estacioné, qué rayos hace?

—SAAAAL IAN. —gritó. Me mira a través del gran cristal delantero, la expresión en su rostro confunde. No se si está hablando en serio o si es algún tipo de reacción confusa al momento. Bajo del auto y camino hacia él con ambas manos en los bolsillos de mi pantalón deportivo. Hace un frío terrible. —No pienso pelear contigo.

—Ah... ¿eres selectivo a la hora de pelear? Ya veo.

De algún modo eso me hizo mucha gracia. Recuerdo tener que luchar bastante para contener la carcajada.

Me recosté al capó del carro. Kevin solo caminaba de un lado a otro con los brazos cruzados. —¿Es necesario esto? —pregunté—. Llevamos un rato aquí y hace frío.

—Volvamos dentro entonces.

—¿Tienes que estar bromeando?

—¿Con qué?

—¿Que entremos?¿Para qué salimos en primer lugar?

—Lo importante es que ya pasó el enojo ese que traías. —dijo y con esto volvió al carro.

No fue hasta que él lo mencionó que lo noté. Es cierto, sin siquiera notarlo había pasado a sentirme mejor.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora