~Capítulo 1~

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~LAIA~

Estoy parada frente a la puerta, mirándola como si esperara que se abriera sola. Solo necesito estirar mi brazo para girar el pomo, pero no lo hago; continúo mirándola. Me siento agotada, tanto física como mentalmente.

Después de salir de clases, llego a casa sintiéndome como si hubiera corrido una maratón, en serio. Pasé más de tres horas en mi asignatura favorita —¡noten la ironía!—, deportes. No entiendo por qué debería hacer deportes en la carrera de medicina.

En este momento, no hay nadie en casa, lo cual me alegra porque solo quiero dormir. Dejo las llaves en la cocina, abro el refrigerador, pero como siempre, no encuentro nada y lo cierro.

Mamá no hizo las compras, y lo primero que noto es que no hay leche, mi vicio.

Llevo todo el día pensando en ese cartón de leche desde que salí de la escuela. Si no lo hubiera deseado tanto, estoy segura de que aún estaría en la nevera.

Decepcionada, subo al cuarto y llamo a papi para ver si va a tardar mucho en llegar a casa. Quizás viene de camino y puede comprar leche. Él es policía, recién ascendido a algo así como el jefe, y dice que ahora más que nunca debe hacer bien su trabajo.

—Hola, chiquita. ¿Ya llegaste a casa? —lo escucho dando órdenes desde el otro lado.

—Papi, ¿estás muy ocupado ahora? No pasa nada importante, te llamo en un rato si quieres.

—¿Seguro que todo está bien? No me gusta cortarte así, chiquita, pero estoy resolviendo algo justo ahora. ¿Te llamo cuando termine?

—Hablamos luego —digo cortante.

—Beso —responde y corta la llamada.

¿Qué dije? Algo así como un jefe tomándose el trabajo muy en serio y esas cosas.

Suspiro, dejo mi teléfono sobre la cómoda y masajeo mis sienes.

¿Ya dije que estoy agotada?

La cama parece llamarme, pero un baño de agua calentita antes de dormir suena como un sueño.

Después de cumplir ese sueño, caigo sobre el colchón exhausta.

***

—LAIAAA, TIENES PUESTOS LOS COSOS ESOS EN LOS OÍDOS, ESTOY EN CASA CARIÑO.

Abro los ojos asustada con la hermosa melodía de mamá gritando como loca.

—Voy.

No creo que me haya oído.

—LAIAAAA

—VOY —grito de vuelta.

Me levanto rápido de la cama y me pongo el primer pulóver ancho que encuentro sobre la silla. Sí, estoy hablando de esa silla, esa que tenemos con más ropa que el propio closet. Tomo mis gafas, mi teléfono y me pongo las pantuflas.

Nada decente, pero al menos estoy lista. Comienzo a bajar las escaleras. Me siento mucho mejor después de esa transición ducha-siesta, pero aún necesito una buena recarga de calorías.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora