~Capítulo 22~

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~LAIA~

Extraña.

Extraña creo que sería el adjetivo correcto para definir esta semanita.

Porque sí. Además de todo lo que ya se imaginan que estoy pasando con mi nuevo amigo barra psicópata barra asesino barra muchas cosas no buenas, mi mamá y Clark han llevado unos días bastante pasaditos de tono, mayormente porque papi solo está en casa dos o tres veces por semana, no tiene tiempo para nada más que el trabajo y ella odia eso.

Me paso la mayoría del tiempo en el depa de las gemelas, o en la escuela, o simplemente me paso por la cafetería del hospital, donde estoy ahora, sorprendentemente siempre está muy tranquila y acá me concentro para estudiar.

No he hablado con mi papá aún, nada raro ni nuevo para mí, siempre es así. Solo sé que está vivo porque Emma me lo dice.

Maldita genética, cuanto te odio. No lo entiendo, no hay manera de que logre entenderlo. Me estoy frustrando mucho. Levanto la cabeza y con ésta la mirada para notar que... o sea, llevo viniendo aquí desde no se cuanto tiempo y acabo de ver que hay un espejo encima, es eso o que lo hayan puesto ayer aquí. Observo mi reflejo, la punta del lapicero en la boca y el despeine subiendo de nivel a cada segundo no me hacen ver precisamente bonita.

—Señorita Silver. ¿Quiere que le traiga algo? —pregunta la señora de la cafetería.

—No te preocupes Clara, no tengo hambre. —respondo aunque sí que me gruñe un poco el estómago.

—Laia bonita puedes quedarte el tiempo que quieras, esto es un hospital. Solo que sepas que mi turno se acaba en treinta minutos y estas acá desde que llegué.

—Pero, ¿cuánto tiempo ha pasado ya? —digo buscando la hora en mi teléfono—. No puede ser, ¿Cómo ha pasado tanto tiempo? —añado sorprendida y comienzo a recoger mis libros.

—Realmente pensé que estabas consiente del tiempo que llevas pegada a esos libros.

—Sí, yo también lo pensé.

Agarré la mochila ya con mis libros dentro, acomodé mis gafas y mire a la señora Clara que aún estaba a mi lado —Muchas gracias por avisarme señora Clara.

—No hay de que cariño.

Sí que estaba concentrada. En serio no me creo que haya pasado tanto tiempo. Saliendo recibo una llamada de Ennid.

—Justo a tiempo. Necesito que vengas a buscarme. —le digo.

Está todo muy oscuro, son las nueve de la noche y el bus a estas horas acostumbra a pasar vacío. En una situación normal y a plena luz del día eso sería una bendición, pero cuando tienes a un maldito loco siguiéndote que se aparece cuando le apetece, mayormente a estas horas y en solitario no es una bendición, es todo lo contrario.

—TIENES EL JODIDIO TELEFONO APAGADO POR MÁS DE CINCO HORAS Y CUANDO LO ENCIENDES LO PRIMERO QUE ME DICES ES VEN A POR MI —hizo una pausa—. ASÍ SIN MÁS.

—¿Por favor?

—¿DONDE ESTÁS? —está usando su voz histérica para gritarme.

—En el hospital Ennid, cálmate..

Ok. Acaba de colgarme el teléfono.

Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora