Pero Me Gusta [EN EDICIÓN]

~Capítulo 18~

~LAIA~

Silencio. Esa fue toda la respuesta que recibí de su parte.

Su ceño fruncido y mandíbula apretada dicen más que cualquier palabra.

Intentémoslo de nuevo Laia.

—Ian —una lágrima recorrió mi mejilla—. ¿Me llevas a casa por favor?

Más de ese incómodo silencio. Me hace creer que pasará algo que no podré evitar, por eso lo odio tanto.

Aunque tenga los ojos posados en mí no logro encontrar su mirada perdida. Cambia la vista a Max y yo hago lo mismo. Éste también lo mira, pero es distinto.. a diferencia de Ian en él si puedo leer la mirada.

Desprende seguridad, como si supiera que podría darle una buena paliza, como cuando te metes un chocolate a la boca sabiendo que sabrá delicioso... así justo.

Siento que Ian toma mi mano fuertemente y lo miro sin saber que hacer por unos minutos. Luego lo entiendo y sin pensarlo más de dos veces para no arrepentirme le devuelvo el apretón, doy unos pasos y lo atraigo solo un poco esperando su reacción.

Funcionó. Me siguió y al pasar por mi lado apresuró el paso, ahora es el quien dirige la mini cadena que formamos con los brazos. No me soltó hasta que llegamos al auto. Empapados.

Mi ropa se puede exprimir literalmente.

El camino a casa se me hizo rápido, el silencio reinó siempre en todo momento. Sentí pena por cómo dejé a Max sin siquiera despedirme, así que le envié un mensaje.

YO 5:00pm
Muero de vergüenza. Lo siento.

Aunque lo recibe, no responde.

Llegando a casa las puertas del garaje nos esperan abiertas. Al aparcar el portón se cierra solo.

En fin, el dinero y eso.

En cuanto siento el motor apagarse intento abrir la puerta para salir pero está con seguro.

—Abre la puerta. —pedí.

—Laia..

—Para presionar el botón y abrir la maldita puerta no tienes que hablar Ian. —dije levantando el tono.

Si se pensó que todo estaba bien se equivocó.

En respuesta apoyó la cabeza al volante y maldijo en voz baja.

Yo forcejeé un poco con la puerta pero fue en vano.

—Voy a gritar si no abres ahora mismo. —lo amenacé.

Él solo seguía con la cabeza en el mismo sitio.

—Joder Ian ¿A qué juegas? —grité.

—Lo siento mucho. —salió de su boca.

—¿Lo sientes por qué?¿Qué vas a hacer? —añadí con el mismo tono.

—Sufro de ataques de ira —murmuró—. No aparecían hace tiempo.

Levantó la cabeza y la apoyó en el reposacabezas de su asiento.