Capitulo 6

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Mehgan

Las noches en mi antigua vida eran difíciles.

La mansión tenía ventanas amplias hasta en los recodos que daban a las escaleras y los pasillos para trasladarse eran amplios y bien iluminados. Mi cuarto estaba al final del pasillo del segundo piso, un piso y dos habitaciones lejos de la de mis padres. Marilyn dormía en la habitación contigua, pero molestarla a altas horas de la noche solo porque no podía dormir. Con seis años de diferencia, teníamos horas de dormir, pasatiempos y etapas de vida distintas.

A pesar de la estructura amplia del lugar, durante la noche se proyectaban sombras a través de la ventana al final del pasillo. Eran por los árboles junto a la casa, pero, y aunque lo sabía, siempre me aterro tener que recorrer casi siete metros para llegar a la escalera, y luego bajar hasta la cocina, donde tenía que apresurarme a encender las luces antes de que algo aterrador surgiera de la oscuridad.

Era uno de mis más grandes miedos. La oscuridad no me permitía hacer nada, me volvía débil y asustadiza. Las sombras en un lugar tenue me aceleraban la respiración, e incluso cortes de luz momentáneos me podían causar ataques.

Si mi padre estaba conmigo, evitaba a toda costa que le temiese. Me levantaba en volandas, me hacía reír haciendo formas frente a una linterna, y durante las noches me llevaba hasta la ventana del ático para ver el cielo. Él decía que en la oscuridad las cosas eran más sencillas.

Mi madre también lo entendía. No me dejaba en lugares oscuros nunca y siempre acudía en mi rescate cuando estaba asustada por la ausencia de luz. Claro, no toleraba que me saliese de mi cuarto durante la noche, ni tampoco aceptaba que me colara en su habitación para tratar de dormir, pero me entendía.

Siguió entendiéndome por mucho tiempo, pero cada vez menos. Eran detalles que se perdían en situaciones absurdas, pero que con el tiempo se volvieron más evidentes. La manera en la que mi pelo estaba recogido, el alto de mis zapatos, la forma en la que sostenía el lápiz... Llorar nunca es bueno en público, llama la atención solo cuando sabes que no serás el hazmerreír, confiar en alguien nunca es bueno, si haces algo solo puedes hacerlo bien, si sigues comportándote de ese modo terminarás como tu hermana. Mehgan, no me interesa.

—...Mehgan, ¿Podrías pasarme la otra bolsa, por favor? ¿Mehgan? ¿Por qué la miras así? Se supone que tenemos que mantener el perfil bajo, disimula, tonta.

Despegue los ojos de la madre de Edward, esbelta y firme, y mire a Camille. Cargaba una gran caja de cartón, y sus ojos claros exigían una respuesta. Extendí la bolsa de plástico hacia ella.

—Lo siento, es que... es una mujer impresionante. —Acomode las otras bolsas, más grandes y deformes, sobre mis brazos, tratando de no mirar de reojo la silueta lejana de la madre de Edward.

—¿Tenemos todo? —Camille saco un teléfono celular con la mano libre y leyó rápidamente el texto. —A ver, los fármacos, las toallas limpias, vendas nuevas, alcohol etílico, ropa, la brújula nueva, el... err... ¿Qué dice aquí? ¿Cianoac...acrili...acrilato? ¿Qué es eso?

Lycans III: ApoteosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora