Capitulo 13

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Amber

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Amber

—¡Estos perros se tragaron mis tomates!

Por primera vez desde que estaba aquí, era la primera vez que Darcy y yo coincidíamos en ideas y expresiones. La confusión, con posterior incredulidad, era algo universal. Compartir una mirada, hasta con enemigos, cuando no podías creer lo que estaba pasando podría pasarle a cualquiera.

—Tal vez nos equivocamos. —murmuro ella, insertando lo que habia sacado de su espada de vuelta. Yo ladee la cabeza, viendo al hombre espantar sus perros con una mirada enojada. Agitaba un bastón muy feo al aire, tratando de alejarlos, pero ellos batían la cola y jugueteaban, para nada amenazados.

—¡Mis tomates! —era como si fuesen tan importantes... Trague duro. Habia algo en el que me parecía curioso. No podía decirlo a simple vista. Además, hablaba mi idioma. Darcy comenzó a alejarse, pero no la seguí.

—Disculpe. —llame. El hombre me miro, aun espantando los perros. — ¿Es usted...? Uh... ¿Conoce usted...?

Un cachorro ladro fuerte y se dio vuelta en el suelo, exponiendo su panza blanca. El hombre, muy anciano y de piel bronceada, suspiro. —Pensaba hacer una gran metáfora con esos tomates. Las verduras son buenas para dar lecciones de vida, ¿No te parece, Serafín?

Darcy se detuvo y se giró, alzando mucho las cejas. Me sobresalte como si me hubiesen electrocutado. Pocos me llamaban así. Titubee. —Ah, eh... Si... Eh...

—Pasa adelante, —me dijo, sonriente. —No, Limón, ¡quédate ahí! ¡no muerdas las visitas! Estos condenados perros...

El perro no quería morderme, él y sus amigos querían lamerme y comerme y era probable que, como todos los animales, quisiese amarme o algo así. Cruze el umbral, un poco nerviosa y confundida. ¿Era este el Planista? No quería ser prejuiciosa, pero no tenía pinta de...

Darcy me siguió.

La vivienda era más pequeña por dentro. No tenía ventanas, ni muchas habitaciones. Simplemente una cortina alargada y transparente que hacía de pared y dividía el espacio para dar sensación de privacidad. La cocina era una simple estufa junto a un enorme cubo alargado de plástico que tenía mucha agua dentro, la cama era estrecha y tenía un par de sábanas blancas encima y junto a ella habia una cajonera de aspecto muy viejo. Junto a la estufa también habia una mesa de plástico donde había algunos platos y ollas de metal.

A pesar de la escasez de espacio, todo estaba muy limpio. El hombre me invito a pasar muy amablemente, sin ningún tipo de expresión que fuese más allá de una sonrisa cordial, y me pidió que me sentara en un banquito de madera que tenía allí.

No lo hice, y antes de poder decirle porque, el hizo un ademan con la mano—Se a que has venido, Amber, no hay nada que temer. Mi nombre es Quile.

—Disculpe. —le dije, sentándome. —Yo...

—Oh, no, entiendo la desconfianza. —su ingle era perfecto, y su postura también. — Estas en un país extranjero, con un hombre desconocido, en un pequeño lugar muy poco seguro... De estar en tu lugar, también me sentiría muy desconfiado. —el soltó una risa, dando una mirada hacia la puerta. Darcy se habia quedado igual que un guardaespaldas junto a la puerta, sus ojos verdes fijos en el anciano. Aunque no traía su armadura y se veía como una humana más, su aura en definitiva era peligrosa. — Te seré honesto, no esperaba que trajeses a una erinia para protegerte. Inesperado, la verdad.

Lycans III: ApoteosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora