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Cameron
Siempre hay un límite cuando se trata de usar violencia. Es un límite personal. Paul siempre habia dicho que era esencial. Después de todo, nuestras habilidades venían con una gran responsabilidad. Era una línea moralista difícil de cuestionar. Mientras que algunos la entendían y respetaban, otros lo veían innecesario.
Mi madre solía decir lo mismo. Aunque ella me acariciaba el cabello, sonreía y besaba mi frente cuando lo hacía. Era su manera de decirme que era algo importante que no quería que olvidara. Lo repetía cada vez que iba a verla conforme crecía. Siempre en momentos en los que estábamos a solas, cuando mis hermanas no estaban cerca como para preguntarle a que se refería.
La forma de decirlo siempre cambiaba, cuando era muy joven solo eran ciertos consejos camuflajeados. Cuando comencé a entrar en la adolescencia, se volvió mas serio. La frase mas contundente que me habia dicho aun retumbaba en mis oídos de vez en cuando.
No pierdas tu humanidad.
Yo la oía, y quería entenderla. Pero cuando estaba en alguna misión, o alguna pelea, era más importante mi seguridad personal y el desahogo de mi enojo que cualquier otra cosa. Su consejo y el mandato de Paul caían a lo último en la línea de prioridades.
Nunca pensé en como la muerte afectaba hasta que la perdí a ella. Y fue como cuando descubres algo que siempre estuvo allí. Como encontrar un bolsillo escondido en tu mochila del colegio y descubrir que allí estaba el postre que tu madre te habia dado, y que tanto habías buscado en vano. Estaba allí, todo el tiempo, solo habia que abrir un cierre.
A veces sentía que era debilidad. Y ya no era difícil recordarlo, la idea me atormentaba a cada momento, susurrando en mi oído cada vez que sostenía un objeto pesado. A veces los susurros eran extraños.
Volví a recordarlo cuando mi espalda choco contra el suelo, y el golpe me hizo una herida en alguna parte. En mi mano derecha, apenas utilizable, estaba un arma. No tenía balas, y los cargadores llenos estaban en mis bolsillos.
Lo oí antes de que llegara. Rodé hacia atrás con una exhalación y di un salto. Sabía que trataría de hacerme daño con esa extraña lanza que sostenía, solo tenía que ser un poco mas creativo para saber cómo.
Antes de aterrizar, me impulse a la izquierda y cambie el rumbo.
El césped brillaba. El resplandor entrecruzaba tonos de verde y dorado, creando una amplia variedad de destellos al rededor. El sol estaba en su punto más alto, caliente, casi abrasador. Junto con la humedad de la selva imitaba la sensación de estar dentro de un horno. Los sonidos de animales aun eran abrumadores, y más allá de tierra y savia de árbol, también habia un aroma inusual a mi alrededor.
Algo como el licor, o como el fermento. Inesperado, mas no incomodo.
Me puse en pie tan rápido como pude. Una fuerte brisa arremetió contra todo lo que estuviese cerca, desestabilizándome. Los golpes seguían frescos sobre mi piel, aun no habia sangre, pero me dolió moverme. Sentía el ardor bajo el musculo, vivo y hormigueante al tacto.