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Amber
Era rápido. Igual que los niños tratando de evitar ser atrapados en los juegos del recreo, no esforzándose demasiado, pero con la suficiente precisión como para evitar ser agarrado y con tiempo para mirar a su perseguidor. Sin sonrisas, o curiosidad, o miedo, sino algo más.
Algo misterioso, oculto.
La selva estaba llena de herramientas para esconderse y atacar. Los gruesos arboles rodeándonos, las miles de lianas enredadas a su alrededor, colgantes, atadas y hasta escondidas entre arbustos, ramas y bajo la tierra en el suelo, las plantas distorsionadas, sin inicio ni fin, moviéndose entre ellas, entrelazadas, cruzadas, rotas. Todo formaba parte de un ambiente peligroso, dispuesto a esconderte, pero también a delatarte.
Una pelea en lo más profundo de la selva no parecía una buena decisión. Era claro. Era seguro moverse en lugares donde no podían vernos, donde sabíamos movernos, donde nuestras habilidades pudiesen desempeñarse de la mejor forma. El bosque era ese punto perfecto para los Lycans.
Pero la Selva era diferente.
Los pies del extraño se movían con demasiada rapidez sobre el suelo. Sabia como pisar, como evitar las comunes irregularidades del suelo selvático, su cuerpo inclinado con cuidado hacia el frente, ambas manos estiradas, los dedos separados y firmes. Media el espacio a su alrededor, sentía incluso antes de tocar cualquier planta cercana. El peso permanecía en su torso, por ello no dejaba ni una huella, sabia controlar a la perfección el centro de estabilidad en su cuerpo. Y yo solo conocía a una persona que pudiese hacerlo, un dramático de ojos verdes cuya ubicación desconocía en ese momento.
Sentí el agridulce sabor de mi sangre entre los labios, pero no despegue mis ojos de los del desconocido. Su ropa era un desastre de prendas raídas, sucias y viejas. Algunas remendadas con distintos patrones confusos. Como si sus prendas se hubiesen roto mil veces, pero en lugar de reemplazarlas, él las hubiese remendado. Las puntadas eran perfectas, sin embargo. El hilo azul, o verde, o hasta gris, uniendo retazos y retazos de prendas distintas sobre todo su cuerpo. La chaqueta grande y oscura que lo cubría tenía muchos más remiendos que otras partes de su cuerpo.
Jugar y amenazar a la presa causaba cierta emoción, pero necesitaba asegurarme de que mis compañeros siguiesen con vida. Su seguridad era mi prioridad. No podía ver a Zack, o a Nick, pero podía oír pisadas, gruñidos, y golpes. Una batalla lejana a mi posición se desataba.
—¿Quién eres? —pregunté, alzando tanto como pude la voz. Uno de sus pies tuvo un ligero movimiento hacia atrás. Fue diminuto, casi imperceptible, pero pude verlo. —Parece que quieres huir. Deberias hacerlo, ahora que puedes.
No dijo nada. Pero su corazón se alteró un poco. ¿Enojo, miedo, ira? Cualquiera que fuese, la tenia de mi lado.
El hacha era fácil de lanzar. No habia practicado tanto con ella como con otras armas, pero luego de practicar con espadas, lanzas y armas que le triplicaban el tamaño, el peso era cómodo y balancearle.