Capitulo 26

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Amber

Me encontraba sobre sus piernas, y su calor me envolvía igual que una suave manta de emociones cálidas y preciosas. Aun asi, lloraba. Mis lagrimas creaban un rio que nos rodeaba, surcaban mi rostro sin detenerse y él me apretaba contra sí mismo con fuerza.

Lo oía sisear, acariciando mi frente y mis mejillas con los bordes de sus dedos, con una lentitud tan suave y tierna...—Pasara, esto pasara...

Yo no podía estar segura de porque me sentía tan a salvo. allí, dentro de la luz dorada que el emitía, nada podría herirme. Pero afuera, al menos a unos diez metros, otra silueta nos observaba, una oscura y temible, cuyo rostro era imposible de ver, pero no de adivinar.

El pecho se me contraia con cada gemido, y dolía. Odiaba la sensación de sentirlo con tanta fuerza, lo odiaba, quería... quería deshacerme de eso.

El seguía siseando, envolviéndome con dulzura y cariño, impidiendo que la sombra oscura se acercara. Y yo lloraba, y lloraba, y me odiaba por ello.

Contrólate. Tu eres más fuerte que esto.

Pero no podía estar tan segura, porque dolía. Y no era un dolor físico, sino... mucho más profundo, como si me hubiesen roto el corazón. Y aunque Gabriel me protegia, no se aliviaba para nada.

Muy dentro de mi mente sabía que solo se aliviaría si me acercaba a la sombra oscura, pero tambien sabía que acercarme me aterrorizaba por completo.

—tengo miedo. —admití, contra su pecho. El me apretó un poco más, poniendo un rostro triste. —No quiero sentir miedo, no quiero, no quiero...

El cuerpo de Gabriel brillo aún más, y su luz, dorada y resplandeciente, choco contra las sombras de aquella otra figura. Ambas estelas chocaron bruscamente, no se mezclaron, pero tampoco retrocedieron. Las dos eran igual de poderosas.

Gabriel me miro, y yo alce levemente el rostro para hacerlo tambien. Era tan... magnifico, pero no podía protegerme, aunque quería. Mi pecho ardió.

—Amber...—susurro—No puedo ayudarte, Amber...

—¿¡Por qué?!

—Porque él está en la tierra...Y yo estoy arriba...

—Dijiste que podrías bajar. ¡Dime como puedo hacerte venir!

—Tienes que protegerte. No confíes en él, por favor, —su rostro solo demostraba dolor por mí, y me apretaba, como si tuviese miedo de que algo me sucediera. Y es que habia una razón; las sombras comenzaban a consumir su luz, envolviéndonos. Resultaban ser más fuertes que él, tanto, que nos iban a consumir.

Aprete los ojos. ¿Quién es el?

Entonces, el acerco su rostro al mío, poso sus labios sobre los míos, y, sin realmente llegar a besarme, susurro: —Despierta.

Lycans III: ApoteosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora