CAPÍTULO 22

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Jeongguk había terminado tan agotado tras su caminata sin rumbo, que no se animó siquiera a dar marcha atrás a pie, volviendo al campus en taxi cuando sus piernas le pedían a gritos un descanso. De todas formas, estaba perdido ya, así que subirse a un auto que lo guiara derecho a la facultad era su única opción. No hizo más que lanzarse a su cama al llegar a las cuatro paredes entre las que estaba obligado a vivir, y no fue consciente de su alrededor hasta pasadas las diez de la noche. Llorar sí que le daba sueño.

Por suerte, estaba solo en la habitación cuando recuperó el conocimiento. Respiró hondo y tomó impulso para ducharse, aprovechando dicho hecho. Se sentía extremadamente agotado, sufrido, adolorido y enojado aún. No sabía exactamente con quién o por qué. O sí, con su familia principalmente. Aunque había una persona con la que aún no había podido hablar. Fue entonces que, tras salir del baño sin importarle secar su cabello para no mojar la colcha, tomó su teléfono, lo encendió e ignoró la pantalla llena de notificaciones para ir directo al contacto de la única persona en la que tenía un poco de fe. Tardó en obtener respuesta, pero respiró hondo cuando la línea se levantó y recibió un cálido saludo de su hermano mayor. Necesitaba que el más alto dijera lo que quería escuchar.


¿Está todo en orden? Es raro que hablemos a estas horas.

— ¿Estabas durmiendo?

No exactamente, Estoy en la cafetería. ¿Qué tienes? — Fue entonces que el menor fue consciente del bullicio que se escuchaba alrededor de su hermano, pero eligió proseguir de todas formas.

— Peleé con mamá. Y necesito saber algo. — No hubo respuesta, así que se animó a continuar, intentando no quebrarse otra vez. — ¿Sabías que tener la misma marca que otro chico no es, en realidad, nada defectuoso?


Silencio. Más largo del que Jeongguk estaba dispuesto a aguantar. Suficiente para demostrarle que, tal vez, la única persona con la que quería hablar resultaba ser parte del problema.


Gukie...

— ¿Tú opinas igual que ellos? — No sabía si se refería a sus padres, el gobierno, la sociedad en general. Solo estaba seguro de que la decepción en su pecho era demasiado pesada.

No del todo. De hecho, terminé de entender el asunto cuando fui más grandecito, y aunque mamá me enseñó lo mismo que a ti, nunca lo vi como algo del todo malo. Pero lo hecho, hecho está, hermanito.

— Nunca me lo dijiste. Incluso cuando lo entendiste, nunca me quisiste ayudar a sentirme más normal. Menos defectuoso. — Ya era imposible no llorar.

No podía ir en contra de mamá y papá con tanta facilidad. Después de todo, la cirugía ya estaba hecha, y no hay cómo cambiar eso.


Aunque tenía razón, Jeongguk no necesitaba argumentos en ese momento. Lo que quería era simplemente sentirse entendido, protegido. Y su hermano no era exactamente la persona que podría ofrecerle eso al final. Así que cortó la llamada sin siquiera dudar, decidiendo que el aparato estaba mejor apagado como hasta hacía poco. No lo hizo sin antes prestarle atención a todas las llamadas y mensajes de Kim Namjoon y Park Jimin que tenía, pero no se dejó llevar por el impulso de contactarse con ambos. Tirarse en la cama era su única opción, pero su estómago empezó a pasarle factura por el mal día que había tenido. Necesitaba comida, y sabía que a esa hora seguramente la cafetería estaría ofreciendo la cena, aunque no por mucho tiempo más. ¿Salir de la habitación? No le apetecía, mucho menos sabiendo que de ese modo tendría más chances de cruzar a la gente que lo había estado llamando.


Su corazón dio un salto cuando escuchó la puerta abrirse, y la observó hacerlo casi que en cámara lenta por los nervios. Kim entró luego, mirando su teléfono mientras cerraba detrás de él, sin siquiera percatarse de que su compañero estaba despierto hasta unos segundos después. El castaño lo miró, sin saber muy bien qué movimiento hacer. Notó el susto en sus ojos bien abiertos, por lo que intuyó que hablar y presionarlo no sería una buena idea. Jeongguk, tras analizarlo de pie a cabeza con la mirada, notó que el chico traía una bolsa que reconoció de la cafetería de la facultad en una de sus manos. Kim, al percatarse de lo mismo, la dejó sobre el escritorio del contrario suavemente, haciéndole una cara y un gesto que le indicaron al pelinegro que efectivamente su compañero de habitación le había ido a comprar la cena. Pero, en vez de decir algo al respecto, Namjoon se sentó en su escritorio y comenzó a ordenar algunas cosas en la mochila que yacía sobre él. Le daría tiempo para que fuera Jeon quien rompiera el hielo. Después de todo, había estado horas esperando por su despertar. Un poco más no le haría daño a nadie.

Lástima que el plan del más pequeño fue uno totalmente diferente. Él solo corrió lejos de la habitación. Llegó fuera de las residencias y se acercó al espacio verde más cercano, buscando algún lugar alejado y poco concurrido a esas horas para sentarse allí. Por suerte no tuvo que caminar demasiado, pues había un rincón a un costado del edificio que nadie parecía notar, y le pareció buena idea quedarse allí, apoyado en la pared, mientras pensaba en todo lo que había vivido esos últimos días.


Toda su vida se había basado en creer que haber nacido con una marca que correspondía a otro hombre era un error genético que lo volvía raro, defectuoso y hasta desmerecedor de un alma gemela, para luego enterarse que al final, los únicos defectuosos eran los demás, los que prohibían y condenaban a quienes no seguían las normas preestablecidas de lo que supuestamente estaba "bien". Su familia era parte de esa gente, incluso su hermano mayor no había levantado nunca la voz por él. Y por más que en el fondo supiera que el contexto social condicionaba el comportamiento de sus allegados, no podía separarlo en ese momento. No podía pensar en sus padres como víctimas, cuando durante todo ese tiempo le habían enseñado que un niño y otro niño no podían estar juntos, sabiendo que ese era en realidad su destino, queriendo hacer de cuenta que no existía. Tal vez era muy pretencioso esperar que sus padres se hubiesen ido del país a uno con mente más abierta así como así, pero si esa no era una opción, a menos le hubiese gustado otra en la que se sintiera acompañado y no tratado como un experimento.

Ni siquiera notó que había comenzado a llorar. Parecía una rutina ya, y eso le molestaba. Sobre todo, porque moría de ganas de estar en casa, irónicamente, para poder hacerlo en paz, aunque allí estuviesen las personas con las que más ofendido estaba. No tenía lugar seguro para hacerlo, no podía andar por los pasillos y los patios así, porque tarde o temprano alguien lo vería. Ir a su cuarto no era opción, volver a casa tampoco, salir a caminar no había ayudado en nada. Pensó en Taehyung también, pero no podía develar un secreto tan importante así como así. Entonces, cuando ya era lo suficientemente tarde como para pensar que Kim estaría dormido, se escabulló en su propia habitación, y decidió que lo más inteligente que podía hacer sería dormir y empezar a fingir que nada había pasado. Una vez en su cama, revisó su teléfono solo para encontrar más y más llamadas, ahora de su hermano, su mamá, y una de su mejor amigo, aunque de este sabía que no podría haber sido nada grave, pues Taehyung no estaba tratando de hostigarlo ni estaba al tanto de nada.


El mañana sería el comienzo de un nuevo Jeongguk, sin darle lugar al viejo de salir a la luz.

byeol (별); pjm + jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora