CAPÍTULO:4͎2͎ Y aquella humana...

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"Y aquella humana se convirtió en Diosa"

Una de las mujeres me ajustó el corsé, con fiereza que sentí que removió mis órganos.

Miré mi reflejo frente al espejo de cuerpo completo que está colocado en la pared del salón donde me están arreglando. Me acompañan solo dos sirvientas, quiénes me arreglan, la reina Leviatán debe estar preparándose para el evento. Puedo oír murmullos de todo el castillo, son tantos, demasiados, y llegan aún más.

Luzco espléndida, el vestido de color negro que había conseguido Leviatán de algún lado, contrasta a la perfección con el maquillaje, que me hizo una de las sirvientas, ella me había llenado de base y parloteó incansablemente acerca de lo bien que resaltaba mi boca con un llamativo labial rojo.

Tenía razón, mis labios pintados de un color carmesí son maravillosos, junto a mis parpados de un color dorado, y tiene un delineado perfecto que contornea mis ojos como si se tratase de dos piedras oscuras. Todo logra resaltar en mí, hasta el vestido, haciéndome lucir aún más voluptuosa. La tela es preciosa, brilla y es suave al andar.

Los zapatos son de tacón dorado que combinan con el vestido, aunque tengo tanto miedo de caerme, debido a la altura de semejante tacón.

Todo luce impecable, perfecto, como si hubiera sido especialmente escogido para mí.

—Está quedando perfecta, mi Diosa — Comenta respetuosamente, una de las sirvientas que está a mis pies arreglando los pliegues del vestido.

—Gracias.

Hice una breve mueca cuando baje de la tarima y por poco me voy de cara contra el suelo, si no fuera porque la sirvienta me tomo por el brazo. No quiero que pase algo como esto cuando este enfrente de todos.

Corroboré que todo en mí, estuviera adecuado, el maquillaje que mostraba una versión de mí que sin duda era hermosa, el peinado, que consistía en las ondas naturales de mi cabello, con una breve tiara la cual sabía que iban a quitarme, collar de oro blanco, querubines incrustados que acompañan mi vestido. Si Diablo quería convertirme en una Diosa, entonces lo estaba consiguiendo, tan solo al ver mi atuendo yo misma me reverenciaría.

—Falta una cosa más, mi señora — Se acerca una sirvienta con la capa, me doy la vuelta para que la coloqué como debe ser. Esta misma trae una cola de cuatro metros, con encajes y bordados, cubriendo el suelo.

—Está bellísima.

Golpetearon la puerta y la otra demonia se acercó a abrirla para dejar entrever a Leit-Rad cargando a mi hijo dándole la otra mano a Eleane.

—Adelante.

Ella entró y la pequeña corrió hasta mí, con su hermoso vestido turquesa, el cual lleva bordados, la han peinado con trenzas y entre ellas tiene incrustada piedras de esmeralda.

—Mira, soy una princesa, y tú una reina — Nos señaló, me agaché un poco como pude para verla directamente a sus ojos grises.

—No, cariño, tú eres una reina y yo soy una Diosa — La envolví en mis brazos, apretujándola hasta que una de las demonias me dijo que arruinaría el vestido, claro está que no me regaño porque soy la Diosa, pero por su cara, seguro era lo que quería hacer.

Al igual que a Eleane, han vestido a mi Luzciel, de un traje de seda, fino, su trajecito brilla por los diamantes que lo bañan, luce perfecto y tan bien peinado, le di un besito en la cabeza, amándolo más de lo que ya lo hago.

—¿Dónde está el Dios? ¿Lo han visto? — Cuestioné al aire, no he visto a Diablo desde nuestro encuentro en las escaleras ayer.

Las demonias negaron, aunque Leit-Rad se acercó a mí.

Diablo: Renacer2©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora