Konan
―¿Quién es, Noah? ―pregunto ya que el no dice ni hace nada.
―Es ―su voz apenas es un susurro―. Es tu papá.
Mi papá...
¿Papá está aquí?
―¿Puedo pasar, hija? ―escucho la voz de Joshua al otro lado.
Hija... él nunca me llamó así...
No sé que decir, estoy paralizada, abrí tanto mis ojos que empiezan a arder.
Me quedé paralizada, sentada en la camilla del hospital.
¿Será bueno dejarlo pasar?
―Hija ―me llama―. Tengo algo que decirle, por favor déjame entrar... ―le dice a Noah.
―No, no si ella lo permite.
―Déjalo... ―hablo―. Déjalo pasar.
Y pasa, lo voy viendo... tiene un peluche, un oso para ser exacta, y un par de girasoles.
Sonrío...
―Sé que te gustan ―se acerca a la silla donde Noah ha estado todo este tiempo―. No sabía que traerte... ―sonríe triste―. Sé que con esto no me disculparás de todo lo que hice, por no escucharte la vez que pediste hablar conmigo.
―Es cierto, un par de girasoles ni un peluche me hacen olvidar lo que me hiciste, y solo estoy hablando de ti, sin embargo ―pauso―, soy capaz de perdonarte a ti, a ella no.
―Entiendo.
―Tendrás que ganarte mi perdón si eso quieres ―digo, fuerte―. Pero no lo ganarás con cosas materiales, quiero que me quieras, quiero que me ayudes a sanar lo que tú esposa me hizo, porque es culpa de ella, no tuya, Marta es la culpable de que esté así.
―También es mi culpa ―dice.
―No, tú estás obligado a hacer esto porque Marta te tiene amenazado, ¿no es así? Mira, Joshua, sé lo que te ha hecho desde antes de que yo naciera... ¿Monthy? ¿Qué pasó con mi hermano? Tú lo ayudaste a escapar de esa casucha que en verdad es un infierno, lo ayudaste a mantenerse a salvo, ¿Qué ganaste tú? Los maltratos de Marta, no solo yo soy la víctima, también tú.
Él abre la boca para decir algo, pero la cierra de inmediato. Sabe que tengo razón.
―Monthy estudia en una grandiosa universidad gracias a los abuelos, a tus padres, el no vive aquí en esta ciudad, él si tienen una vida decente. ¿Toronto? Bien, entonces yo me iré a Vancouver, no, nos iremos a Vancouver, Joshua.
En sus ojos se forman unas grandes lágrimas.
―Pero primero, debes ganarte mi perdón, no sé, haz lo que quieras, invítame a ver partidos de futbol o beisbol, hasta de tenis, pero haz las cosas que querías hacer con Monthy.
―¿Cómo sabes de Monthy? ―pregunta con su voz cortada.
Rio.
―Monthy es mi mejor amigo ―Noah me mira feo como si quisiera apuñalarme―. ¡Bien! Mi amigo. Él no sabe que soy tú...
―Hija ―me interrumpe.
―Así es.
―Perdón por no haberte escuchado cuando debí... ahora sé lo que quisiste decirme.
―De Gabriel.
―Es un hijo de puta, debí escucharte, fui un completo imbécil.
―Fuiste un pendejo Joshua ―corrijo―. Fuiste un pendejo en no hacerme caso y seguirle el juego a Marta. Fuiste un pendejo por completo.
Sé que duele...
―La verdad duele ―dice.
―Y duele un montón, pa.
―¿Pa? Pensé que toda la vida me llamarías Joshua.
―Es un comienzo... ―rio―. De cien porciento te quedan noventa para ganarte mi perdón.
―¿Y eso? ¿Por qué o qué? ―se seca las lágrimas que de sus ojos miel salieron.
―Por tener las pelotas para pedir perdón y admitir tus errores. ―sonrió―. Te ganarás mi perdón, porque yo a ti, sí te quiero.
―Yo también te quiero.
―¿Entonces? ―elevo mi ceja.
―Mañana habrá partido de los Yankees ―me mira a mí y luego a Noah―. Vamos los tres.
Noah se está aguantando la sonrisa.
―No te puedes negar ―digo―. Sabemos que te gustan los Yankees ―señalo su camisa a botones con el logo de los Yankees.
―¡Bien! Solo porque tú dices ―sonríe.
―Tenemos una vida qué comenzar, ¿no papá?
―Así es, cielo ―se acerca y deja un beso en mi frente―. Seremos eso que Marta no nos dejó ser. Nos vemos mañana ―se despide y cuando llega a Noah le palmea el hombro derecho―. Gracias por cuidarla, y perdón a ti también.
Noah no dice nada... Él no es capaz de perdonarlo.
Joshua deja los girasoles y el peluche en la mesita que está al lado de la puerta.
Cuando cierra la puerta Noah confirma que ya se haya ido.
―¿Lo vas a perdonar? ¿Así de fácil?
―Noah.
―Es que no, Konan.
―Noah.
―Es que, te ha hecho tanto daño.
―¡Noah!
―¿Qué?
―¿No oíste lo que dije? Él también está sufriendo.
―¡Pero tú lo estás más!
―¡¿Crees que no lo sé!? Trataré de perdonarlo, Noah. No es tan fácil... pero al menos admitió sus errores, ¿Y sabes? Eso es tener valor, es ser valiente, porque ningún humano en este mundo de mierda acepta al cien porciento lo que hace. Él logró hacerlo, y créeme que no es fácil.
―Konan, si, lo siento, no debí...
―Está bien... pero para la próxima escucha, y aprende a perdonar.
Tomo la sabana y me acuesto dándole la espalda a la silla.
―¿Por qué no me dijiste de Monthy?
―No era necesario.
―¿Y si te hacía daño?
―No puede.
―¿Y si te descubre?
―Seré yo la que lo haga.
―¿Qué hago con Gabriel?
―Envíalo a la cárcel.
―¿Y sus hijas?
―Mantenlas lejos de él.
―¿Y su esposa?
―Dile lo que Gabriel es. Es todo, gracias, buenas noches.
Odié eso...
Odié que Noah dijera eso.
¿Cómo que lo voy a perdonar así tan fácil? Sí, acepto que me trato también como una basura, que pensó más en él que en su propia hija... Pero un pecador puede ser perdonado si se reza el rosario completo, ¿por qué no perdonarlo a él que también es víctima de Marta? Él no tiene la culpa de ser como es... la que tiene la culpa es ella, por eso la odio con toda el alma.
A Joshua lo quero, poquito, pero lo quiero.
Y así como el pedir perdón es de valientes... perdonar es de sabios.
Sí es así, ¿no?
ESTÁS LEYENDO
Konan y Noah [COMPLETA]
Teen FictionKonan es una chica de 15 años que sufre de maltrato familiar. Ella es algo solitaria y solo tiene un amigo: Noah, quien es un chico dos años mayor que ella, aun así, él siempre ha estado para ella en las buenas, en las malas y en las peores. Un par...