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Noah.

Apenas estoy estacionando mi carro cuando mi celular suena.

Konan...

Contesto rápido.

―¡Hey! Acabo de llegar a mi casa, ¿todo bien?

Ella tose al otro lado.

―¿Konan?

Ella solloza. Me aferro al asiento y enciendo de nuevo el carro.

―¿Qué pasa?

―Voy... ―pausa―, Voy a morir, Noah.

Y no tuvo que decir otra cosa, arranqué el auto rápido y ella colgó.

Llamo rápidamente a una ambulancia.

―911, ¿Cuál es su emergencia?

―Traigan una ambulancia a la calle Canadá número 17. Rápido.

―Va para allá.

No la quiero perder, no todavía.

Duerme más por favor.

Arranco más rápido, necesito llegar.

Unos minutos después, llegue a su casa.

Como siempre, sus padres no están.

―¡KONAN! ―grito desesperado y subo rápidamente a su habitación, la puerta está abierta y ella está ahí.

De la forma en la que menos quería verla, la vi.

Tirada en la alfombra de su habitación...

Sus manos llenas de sangre, una de ellas con el celular.

Sus labios entreabiertos, que en vez de estar rojizos están pálidos.

Su ropa rasgada.

¿Qué te hicieron?

Y lo más horrible:

Sus ojos estaban cerrados, su pecho no subía ni bajaba.

Las sirenas de la ambulancia se escuchan un poco lejanas.

Siento que voy... No. Voy a llorar.

Y cuando rompí en llanto, me dejé caer en mis rodillas.

―No te vayas... No ahora. Duerme más.

Las sirenas de la ambulancia que se escuchaban más de cerca así que bajé a abrir la puerta.

Rápido, la ambulancia llegó.

―¿Qué sucedió?

―Está arriba ―entre sollozos les digo a los que traen una camilla. Ambos con su típico traje azul. Corren escaleras arriba.

Me quedo ahí abajo hasta esperar que vengan con ella.

Y cuando vienen, un chico me da una sonrisa triste.

―Está grave ―dice uno de ellos.

No.

No.

No, por favor, no.

Y rompo en llanto otra vez.

―Acompáñenos.

Los sigo hasta la ambulancia y subo después de ellos. La ambulancia con sus sirenas encendidas arranca.

Le hacían muchas cosas.

Sueros.

Reanimaciones.

Ella no se puede ir.

Konan y Noah [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora