Konan y Noah [COMPLETA]

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Noah

Había aceptado ir conmigo a Toronto. No pensaba decirlo ahora, peor ya lo dije, me agradó bastante que le haya gustado la idea.

—Cariño. —Le hablé tomándola de la mano.

—¿Sí? ¿Qué pasa monito?

Monito.

Adoraba que me dijera así.

No sé de dónde carajos saca cada apodo que dice.

—Te amo. —Dije—. Te amo tanto que quisiera irme desde este momento a Toronto contigo.

Ella sonrió, relajó su mirada y apretó mi mano.

—Yo te amo, tanto que también quisiera irme ahora.

—¿Nos vamos? —Pregunté, dudoso. Aunque sabía la respuesta.

—La graduación primero, monito.

Genial.

—¿Aún piensas bailar Perfect en nuestra boda? —Pregunté.

—Y aunque no sea nuestra boda. Quiero bailar esa canción contigo toda mi vida.

Sonreí. Me puse de pie sin siquiera decirle algo y corrí al DJ.

—¡¿Qué pasa, amigo?! —Me preguntó el DJ haciendo a un lado sus cascos.

—¡¿Me puedes poner otra canción?! —Le grité al oído.

—¡Viejo, será después de los reyes del baile, se nombrarán ahora! ¡Pero dame el nombre de la canción!

Tomé la pluma y la libreta que estaba ahí y escribí perfect – Ed Sheeran.

—¡Gracias, viejo! —Agradecí y el DJ solo me dio su pulgar, bajó la música para que la chica frente al micrófono con un vestido hermoso y un sobre en la mano hablara.

Konan me miró correr hacia ella y bajó la mirada al instante.

Estaba seria.

Y eso era raro.

Le llegué por detrás y la abracé, ella solo colocó sus manos en mis brazos, le di un beso en la mejilla, pero sonrió muy forzosamente.

Algo le pasaba.

—¿Quieres irte ya? —Le pregunté, pero ella negó con la cabeza.

No entendía.

—¿Qué pasa?

—Nada. —Respondió y llevó su mirada a la chica del micrófono y luego desvió su mirada.

Sus ojos estaban llorosos.

Sé lo que pasa.

Mierda.

—Konan, puedes decirme...

—No quiero ser...

—Konan, ¿fue porque la miré? —Le pregunté.

No estaba enojado. En lo absoluto.

—Amor, solo volteé a verla porque va a decir algo no es por otra cosa...

—No mientas.

—A ti nunca. —La tomé de la cara—. Solo tú, ¿de acuerdo? —La besé.

Cuando nos separamos ella me abrazó.

—Es que no tengo un cuerpo como el de ella...

—¿Qué dices? —La alejé un poco de mí y la miré de pies a cabeza—. Pero si eres hermosa, terroncito, mira que lindo tu cuerpo, que bella tu cara, tus ojos. Tan hermosa que te vez en ese vestido. Que a ti se te reza, reina.