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Noah

―¿Cómo que Konan no está en el hospital? ―pregunto fingiendo preocupación.

―Así como lo oyes, ¿en serio no está contigo?

―No ―me pongo las manos en la nuca―. No, no sabía que no estaba en el hospital. Seguro sabe mi padre, le voy a llamar...

A la mitad de que saqué mi celular, Joshua me interrumpe.

―Tu padre tampoco sabe. Y no la encuentro, les echaré la culpa a ustedes.

Eso sí me preocupó.

―¿Qué? Pero si tampoco sabemos dónde carajo está. ―aprieto mis dientes―. ¿Ya le pregunto a su esposa?

―No...

―¿Y por qué no lo hace? Solo porque nosotros no sabemos dónde está significa que es nuestra culpa. ¿Qué tal si se fugó a algún lado? Su lugar favorito es el centro comercial ―mentira, es el cementerio lamentablemente―. ¿Por qué no busca allá?

―Es que ya fui.

―Pues busque en otro lado, ya le dije que aquí no está.

―Bien. Gracias, Noah. ―dijo y dio la vuelta para marcharse.

Cierro la puerta y me giro, camino a la cocina y termino de hacer unos sándwiches de crema de maní para llevarle a Konan.

Mientras subo las escaleras me digo a mí mismo:

―Que buena actuación, nací para ser actor.

Abro la puerta y doy tres golpecitos al piso. Es de la única forma para decirle que ya se fue.

Escucho como se abre despacio la puertita. Me agacho y la veo salir con su cara enojada y el Nintendo en sus manos.

―¿Qué pasa? ―le pregunto.

―Hiciste que perdiera, tonto.

―¿Por qué?

―Me asustaron los golpecitos.

―Ah ―le digo enseñándole el plato donde tengo los sándwiches―. Primero come y luego terminas el juego, ¿está bien? ―me levanto y dejo el plato en el escritorio.

―Sí, vale ―dice resoplando―. Noah ―me llama.

―¿Si?

―No puedo salir, me duele.

―Voy ―doy pasos gigantes a la cama y empiezo a moverla―. Cuidado, voy a mover la cama.

―¿Crees que no me doy cuenta? Idiota. ―dice irritada.

―Oye, pero tranquila ―termino de mover la cama para dejar la puerta sin estorbos―. Abrázate de mí ―me agacho para darle mis brazos.

―Suave.

Pego su pecho hacia el mío para sacarla sin problema. Pero cuando me levanté mi espalda tronó.

―Listo.

―Gracias.

―No hay de qué ―digo sobándome la espalda.

―¿Estás bien?

―Claro. ―me acerco al escritorio tomando el plato con los sándwiches―. Te hice dos de estos ―le entrego el plato.

―¿Crema de maní?

―Si, tu favorita.

Ella ríe y baila en su sitio. Le señalo la silla del escritorio para que se sentara.

―Te dejaré tranquila, iré a bañarme.

―¿Qué? Otra vez.

―¿Eres mi acosadora o qué? ¿Cómo sabes que ya me bañé?

―Porque cuando te abracé en el cementerio olías a jabón.

Y me calló la boca.

―Ok. Entonces solo iré al baño.

―Está bien. Pero cuando salgas hablamos de algo, ¿si?

―¿De qué?

―De... cosas. ―hace una pausa viendo con antojo a su sándwich―. ¿Hablaremos o no?

―Bien, ya vengo.

¿De qué me hablará esta niña?

Konan y Noah [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora