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Konan

Abrí los ojos. Desperté.

Estaba... no. Ahora no era el techo de un hospital. Era el hermoso y azul cielo con nubes blancas el que miraba.

Me senté. Me encontraba tirada en el pasto, con una brisa fresca y la luz del sol me daba calor.

Se veía hermoso. A lo lejos pude ver una barda. Una puerta.

Caminé hacia allá.

Por primera vez no sentía miedo. Sentía tranquilidad.

Corrí hacia esa dirección, no entendí como mi corazón no se aceleró de inmediato.

Se sentía bien.

Seguí corriendo y, cuando llegué a la puerta, pude ver que tenía puesto un vestido blanco, largo y unos tenis del mismo color y mi cabello estaba suelto.

Toqué la puerta y esta al instante se abrió.

—Te estábamos esperando... —Habló una voz que reconocí al instante.

Volteé hacia arriba, para poder ver de dónde venía la voz.

—¡Abuela! —Corrí y la abracé—. ¡Te extrañé tanto!

—Yo también te extrañé, mi chiquita. —Me apretó hacia ella.

—Yo también te extrañé, terroncito.

Me separé de mi abuela y miré a Noah. Lo miré de pies a cabeza y después corrí a abrazarlo.

—¡MONOOOOO! —lo besé—. Te extrañé mi monito.

Él me apretó y después besó mi frente.

—Te ves hermosa —me dijo.

—Lo sé.

—Vamos, vamos —mi abuela aplaudió—. Ya está la comida. Bienvenida seas, chiquita. —Besó mi mejilla.

Los extrañaba tanto.

Por fin estoy con ellos.

Por fin desperté. Lo logré.

 Lo logré

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Konan y Noah [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora