VI parte 2

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Chanyeol me cae mal aquí :(



No creo que ni en los momentos de mayor locura me hubiera pasado por la imaginación semejante posibilidad. Una vez, sentado en el coche junto a él, cuando llevábamos muchos kilómetros sin hablar, comencé a ímagínarme un cuento largo y complícado en el cual él enfermaba muy gravemente; estaba delirando, y me mandaba a llamar para que le cuidase. Cuando estaba refrescándole la frente con agua de Colonia, llegábamos al hotel, y allí acabó mí cuento. Otra vez me figuraba
vivir en una de las casitas de la finca de Manderley, y que algunas veces él iba a verme y se sentaba delante de la chimenea. Pero aquella inesperada proposición matrimonial me dejó atónito, y creo que hasta me pareció inconveniente, atrevida.

Era como si me lo hubiese dicho el rey. Sonaba a falso. Continuó comiendo mermelada, como si todo fuese lo más natural del mundo. En las novelas, los hombres se hincaban de rodillas ante sus parejas, a la luz de la luna. Pero no así, ¡desayunándose! ¿Y siquiera éramos una pareja formal?

–Parece que la idea no te ha parecido bien –dijo–. Perdóname. No sé, pero creí que me querías. Me merezco esto por presumido.

–Y te quiero –dije–. Te quiero con toda mi alma. No sabes lo desgraciado que he sido; me he pasado toda la noche llorando, porque creía que no iba a verte más.

Me acuerdo que cuando dije esto se echó a reír y me alargó la mano a través de la mesa.
–¡Bendito seas! –dijo– Un día, cuando hayas llegado a esa maravillosa edad de los treinta y cinco años que quisieras tener, te recordaré este momento y lo que acabas de decir. Y te parecerá imposible. ¡Qué lástima que tengas que crecer!

Me avergonzó e hirió su risa. Entonces... ¿las personas no confesaban tales cosas a los hombres? Tenía que aprender mucho.

–Bueno, entonces estamos de acuerdo, ¿no? –dijo, mientras continuaba con las tostadas y la mermelada–. Dejas de ser el compañero de la señora Han y
comienzas a serlo para mí. Tus obligaciones serán casi las mismas. A mí también me gustan los libros nuevos, y tener flores en la sala, y jugar al bezique después de cenar, y que alguien me sirva el té. La única diferencia es que yo no tomo Taxol, pues prefiero Enos. Y tendrás que tener cuidado de que no se acabe la pasta de dientes que uso siempre.

Repiqueteé nerviosamente con los dedos sobre la mesa. No estaba seguro de mí mismo ni de él. ¿Se estaría riendo de mí y habría sido todo una broma? Me miró y vio mi cara angustiada.

–Pero me estoy portando contigo como un imbecil, ¿verdad? No te habías figurado así una declaración de amor. Hubiéramos debido estar en el invernadero de un jardín lleno de flores delicadas, tú vestido de blanco, con una rosa en la mano, mientras llegaban hasta nosotros las notas de un violín. Yo te haría el amor apasionadamente, bajo una palmera. Entonces te parecería que no te habían
estafado nada. ¡Es una vergüenza, bonito mío! Pero que no te importe. Te llevaré a Venecia a pasar la luna de miel, y nos pasearemos en una góndola cogidos de las manos. Pero no estaremos allí mucho tiempo, porque quiero enseñarte Manderley.

¡Quería enseñarme Manderley...! Cuando oí esto comenzó a darme vueltas la cabeza. Se me llenó la imaginación de imágenes, sucediéndose las escenas rapidísimas, y, mientras tanto, él se estaba comiendo la mandarina, dándome un gajo de cuando en cuando. Nos encontraríamos en un grupo de gente y él diría:
«Me parece que no conoce usted a mi esposo.» Señor de Park .

Iba a ser el señor de Park. Pensé en mi nombre: lo pondría en los cheques para pagar a los proveedores de la casa, y lo pondría en las cartas convidando a cenar a éstos y aquéllos. Me pareció oírme hablando por teléfono: «¿Por qué no viene a pasar en
Manderley el sábado y el domingo?» Gente, siempre mucha gente. «Es
encantador, tengo que presentárselo.» Eso lo dirían de mí, en voz bajita, cuando pasara junto a un grupo, y yo seguiría como si no lo hubiese oído.

Tras la sombra [Chanbaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora