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A la mañana siguiente, llamó Chanyeol por teléfono para decir que llegaría a eso de las siete. Jongdae tomó el recado. Chanyeol no pidió que me pusiera yo al teléfono. Oí el timbre del teléfono, cuando estaba desayunándome, y creí que iba a entrar Jongdae diciendo:
–Señor Baekhyun, está el señor al teléfono.
Ya había dejado la servilleta en la mesa y me había levantado de la silla cuando volvió Jongdae y me dio el recado.
–El señor ya ha colgado, señor. No ha dejado ningún recado. Sólo que llegaría a eso de las siete.
Volví a sentarme en mi silla y cogí la servilleta. Jongdae, seguramente, debió de pensar que tenía yo bastante poco seso para haber salido corriendo como un loco a través del comedor.
–Está bien, Jongdae, muchas gracias –le dije.
Continué comiendo los huevos con tocino ahumado. Kasper estaba a mis pies y la perra en su cesto, en un rincón. Me puse a pensar en lo que podría hacer durante el día. No había dormido bien; tal vez por encontrarme solo en el cuarto. Había pasado la noche intranquilo, despertándome con frecuencia, y cuando miraba el reloj veía que sus manecillas apenas se habían movido.
Al fin, me dormí, y tuve una serie de sueños sin hilación.
Ibamos, Chanyeol y yo, dando un paseo por el bosque, pero él siempre caminaba algo adelantado. Yo no podía seguirle. Tampoco podía verle la cara. Unicamente la espalda. Y todo el tiempo andaba él, a pequeña distancia mía, dando grandes zancadas debí de llorar durante la noche, pues cuando por la mañana me desperté estaba húmeda la almohada. Además, al mirarme al espejo vi que tenía los ojos
hinchados. Estaba feo y poco atractivo. Me di un poco de colorete en las mejillas, para simular, sin éxito, mejor color. Pero fue peor. Me daba un aspecto falso de payaso. Puede que no supiera dármelo bien. Cuando crucé el hall hacia el comedor, donde me esperaba el desayuno, vi que Luhan se quedó mirándome.
A eso de las diez, cuando estaba en la terraza, deshaciendo unas migas para los pájaros, volvió a sonar el teléfono. Esta vez era para mí. Jongdae salió y me dijo que mi cuñada quería hablarme.–¡Hola, Yoora! –dije.
–Bueno, y ¿qué tal te va, chico? –dijo, con aquella voz suya, rápida, algo masculina, como sin ganas de perder tiempo. No esperó mi contestación, sino que continuó hablando–. Oye, he pensado ir hoy, en coche, a ver a la abuela. Voy a comer con unos amigos que viven a unos treinta kilómetros de Manderley. ¿Quieres que vaya luego a buscarte? Ya es hora de que conozcas a la pobre vieja, ¿sabes?
–Por mi parte, encantado, Yoora–le dije.
–Magnífico. Pues, entonces, iré a buscarte hacia las tres y media. Seungho vio a Chanyeol en el banquete de Londres. La cómida, muy mala, me dijo; pero los vinos, excelentes. Bueno, chico, hasta luego.
Sonó un ruidito. Había colgado. Volví a salir al jardín tranquilamente. Me alegraba que hubiera llamado proponiéndome la idea de ir a ver a la abuelita. Por lo menos, era algo que hacer. Y rompería la monotonía del día. Las horas, hasta las siete, se me hubieran hecho interminables. No me encontraba muy animado, y no me apetecía ir con Kasper al Valle Feliz y luego a la playa a tirar piedras al agua. Aquella sensación de libertad, aquellos deseos infantiles de correr por el césped con unos zapatos de playa, habían desaparecido. Me senté en la rosaleda con un libro, The Times y mis cosas de hacer punto, sosegado, bostezando al sol templado, mientras las abejas zumbaban por entre las flores.
Traté de concentrarme en la lectura del periódico y, luego, de absorberme en la chispeante trama de la novela que tenía en las manos. No quería pensar en la tarde anterior ni en la señora Hyeyoung. Procuré olvidar que estaba en la casa en aquel mismo momento, quizás espiándome desde una ventana. De cuando en cuando levantaba los ojos del libro y miraba a través del jardín, con la sensación de que no
estaba sola, ¡Tenía Manderley tantas ventanas, tantas habitaciones que ni Chanyeol ni yo usábamos! Estarían vacías, con los muebles enfundados, silenciosos; antes habrían estado ocupadas cuando vivían el padre y el abuelo de Chanyeol, cuando estaba la casa siempre llena de invitados y sirvientes. Le sería fácil a la señora Hyeyoung abrir calladamente una de aquellas puertas, cerrarla luego sin ruido y atravesar furtivamente el cuarto para espiarme desde la ventana, al amparo de las cortinas corridas.
No me daría cuenta. Aunque me volviera en la silla y mirase a las ventanas no la vería.
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Tras la sombra [Chanbaek]
Fiksi PenggemarBaekhyun con un marido al que apenas conoce, el joven esposo llega a este inmenso predio para ser inexorablemente ahogado por la fantasmal presencia de la primera señora de Park la hermosa Ryujin, muerta pero nunca olvidada. Su habitación permanece...