X parte 2

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Continuó apartando las ramas violentamente, dando grandes zancadas, mayores que antes, y para no quedarme atrás tuve que echar a correr, tratando de contenerme, a punto de llorar, tirando del pobre Kasper atado con la cuerda.

Al fin llegamos a la cima de la cuesta y vi el sendero que conducía al Valle Feliz.
Habíamos subido por el camino que había querido tomar Kasper más temprano.
Entonces comprendí por qué quiso ir por allí. Llevaba a la playa que le era más conocida, y a la casita. Lo hizo siguiendo una costumbre.
Salimos a los macizos del césped y cruzamos en dirección a la casa sin hablar. Chanyeol tenía una expresión dura, apagada. Entró en el hall y dijo a Jongdae, que estaba allí:

–Queremos el té inmediatamente. –Y entró en la biblioteca cerrando la puerta tras él.

Luché por contener las lágrimas y calmar el dolor en mi corazón. No quería que Jongdae las víera. Creería que habíamos tenido un disgusto y luego hubiera ido a los demás criados, diciendo: «El señor Baekhyun estaba llorando en el hall. Parece que las cosas no marchan bien». Le dí la espalda para que no me viera la cara. Sin embargo, se acercó y me ayudó a quitarme el impermeable.

–Pondré el impermeable en el cuarto de las flores, señor –dijo.

–Gracias, Jongdae –respondí, sin dejar de esconder la cara.

–No ha hecho una tarde demasiado buena para pasear, señor.

–No, no estaba demasiado agradable.

–Su pañuelo, señor –dijo, recogiendo algo que había caído al suelo.

–Gracias –dije, y lo metí en el bolsillo.

No sabía si subir a mi cuarto o seguir a Chanyeol y entrar en la biblioteca. Jongdae se llevó el impermeable al cuarto de las flores. Cuando volvió y me vio aún, indeciso, mordiéndome las uñas, me miró sorprendido, y me dijo:

–En la biblioteca hay un fuego muy bueno, señor.

Atravesé el hall despacio, hacia la biblioteca. Abrí la puerta y entré. Chanyeol estaba sentado en un sillón, con Kasper a sus pies y la perra en el cesto. Aunque el periódico estaba sobre el brazo del sillón, Chanyeol no leía. Me arrodillé junto a él y apoyé la cara contra la suya.

–No estés enfadado conmigo –le dije.

Me cogió la cara con las dos manos y me miró con aquellos ojos cansados y
tristes.

–No estoy enfadado contigo.

–Sí, sí lo estás. He sido causante de tu tristeza, que es lo mismo que si te
hubieras enfadado. Estás herido y sangrando por dentro. Y no puedo sufrir el verte así. ¡Te quiero tanto!

–¿De verdad? –dijo– ¿De verdad? –Me abrazó con fuerza, mirándome con ojos de duda, con los ojos de un niño que sufre, de un niño que siente miedo.

–¿Qué te pasa? –le pregunté– ¿Por qué me miras así, amor mío?

Antes de que pudiera contestar oí que se abría la puerta, y me senté sobre los
talones, simulando que echaba un leño al fuego. Entró Jongdae, seguido de Luhan, y comenzó el ritual del té.
Se repitió el ceremonial del día anterior: colocar la mesa, cubrirla con un mantel blanco como la nieve, poner los platos de dulces y bollitos, la tetera de plata para el agua caliente sobre su llamita de alcohol. Y Kasper, que movía el rabo con expectación, me miraba a la cara, con las orejas hacia atrás.

Debieron de pasar cinco minutos hasta que nos encontrarnos solos otra vez, y cuando miré a Chanyeol vi que le había vuelto el color a la cara y había desaparecido en su mirada aquella tristeza sombría. En aquel momento cogía un emparedado.

–De todo tiene la culpa el haber tenido tanta gente a comer –dijo– La pobre Yoora me pone los nervios de punta. Cuando éramos pequeños, nos peleábamos como demonios, Y lo gracioso es que la quiero mucho:¡bendita sea! Pero es un descanso que no vivan más cerca. Lo que me recuerda que tenemos que ir a ver a
la abuelita uno de estos días. Sírveme el té, niño bonito, y perdóname que me haya puesto así y perdón por lo que te he dicho antes, lo dije sin pensar.

Había pasado todo. Había terminado el incidente. No teníamos que hablar más
del asunto. Me sonrió Por encima de su taza, y cogió el periódico que tenía en el brazo de su sillón. La sonrisa fue mi premio. Como un golpecito cariñoso que hubiera dado a Kasper. Me encontraba en el mismo lugar que antes. Cogí un bollo y lo repartí entre los dos perros. Yo no tenía hambre. Me encontraba cansado, muy cansado, agotado, exhausto. Miré a Chanyeol, pero estaba enfrascado en su periódico.
Había vuelto la página. Tenía yo los dedos príngosos de la mantequilla del bollo y busqué el pañuelo en el bolsillo. Lo saqué. Era diminuto, orlado de encaje. Lo miré sorprendido, pues no era mío. Entonces vi a Jongdae recogiéndolo del embaldosado suelo del hall. Indudablemente se había caído del bolsillo del impermeable. Lo volví a mirar. Estaba sucio, y unas pelusillas del bolsillo del impermeable se le habían quedado pegadas.

Seguramente había permanecido mucho tiempo en aquel bolsillo. Tenía bordado un monograma en la esquina. Una «R», alta, inclinada, y las letras «de P» entrelazadas. La R empequeñecía las demás letras, y su rabo se adentraba por la batista de Cambray, alejándose del encaje. Era un pañolito
insignificante, una miniatura. Hecho una bolita, lo metieron en el bolsillo del impermeable y luego se olvidaron de él.

Debí de ser yo la primera persona que se pusiera aquel impermeable desde que se usara el pañuelo. La dueña del impermeable era alta, delgada. Más ancha de hombros que yo, pues a mí me estaba ancho y largo, y las mangas me pasaban de las muñecas. Faltaban algunos botones, luego ella no se molestaba en abrochárselo. Lo llevaría sobre los hombros, como una capa, o abierto, con las manos metidas en los bolsillos.
El pañuelo tenía una mancha roja. De labial. Se había limpiado los labios con el pañuelo, luego hizo con éste una bolita y lo olvidó en el bolsillo. Me limpié los dedos con el pañuelo y, al hacerlo, noté que aún se desprendía de él un perfume desvaído. Era un perfume que reconocí, un perfume que no me era nuevo.

Cerré los ojos, tratando de hacer memoria. Era un perfume fugitivo, débil y fragante, pero no podía ponerle nombre. Sin embargo, sabía que lo había respirado en otra ocasión..., y hasta tocado..., ¡aquella misma tarde!
Entonces me di cuenta de que el suave perfume del pañuelo era el mismo de los blancos pétalos estrujados de las azaleas que florecían en el Valle Feliz.

Tras la sombra [Chanbaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora