Wendy estaba esperándome en mi cuarto, pálida y asustada. Yo no dije nada.
Comencé a desabrochar a tirones el traje, rasgando la tela. No podía hacerlo de otra manera y Wendy se apresuró a ayudarme, sollozando ruidosamente.
–No te apures, Wendy. La culpa no es tuya.
Sacudió la cabeza. Las lágrimas le corrían por las mejillas.
–¡El traje del señor, tan precioso! –dijo–; ¡Le luce tan bien!
–No importa. ¿No puedes encontrar los corchetes? Ahí, en la espalda, hay uno.
Buscó con manos torpes y temblorosas, haciéndolo aún peor que yo; pero, por fin me saqué el traje.
–Wendy, creo que preferiría quedarme solo un rato. Anda, vete, haz el favor. No te preocupes por mí. Ya me las arreglaré. Olvídalo todo. Quiero que lo pases bien esta noche.
–¿No quiere usted señor que planche otro traje? –Me lo dijo mirándome con los ojos hinchados–. No tardaré nada...
–No, no te molestes. Prefiero que me dejes solo, Wendy.
–Como mande señor.
–Oye..., no..., no digas lo que ha pasado.
–No, señor –y dio rienda suelta a las lágrimas otra vez.
–Que no te vean así –le dije–; ve a tu cuarto y haz algo con esa cara. No tienes por qué llorar.
Llamó alguien a la puerta, y Wendy me miró asustada.
–¿Quién es? –dije yo.
Se abrió la puerta y entró Yoora. Me cogió desprevenido aquel esperpento envuelto en ridículas holguras orientales, con las cuentas que sonaban ruidosamente en los brazaletes.
–¡Vaya por Dios! ¡Vaya por Dios! –me dijo, tendiéndome las manos.
Wendy se escabulló del cuarto. De pronto me di cuenta de un gran cansancio; noté que ya no podía más. Me senté en la cama, y con una mano me quité la peluca. Yoora, en pie, me miraba.
–¿Te encuentras bien? Estás muy pálido.
–Será la luz.
–Siéntate un rato y se te pasará. Espera; voy a buscar un vaso de agua.
Fue al cuarto de baño, haciendo sonar las pulseras a cada paso, y luego volvió con un vaso de agua en la mano. Bebí unos sorbos, para darle gusto, pues no se me apetecía. Estaba templado; no había dejado correr bastante el grifo.
–Me di cuenta en seguida de que todo fue un error lamentable –me dijo–; porque, naturalmente, ¿cómo ibas tú a saberlo...?
–Saber... ¿el qué?
–¡Pobre chico! ¡Lo del traje! Lo del retrato que copiaste de la galería. Eso fue lo que hizo Ryujin la última vez que se dio el baile de trajes en Manderley. Durante un momento terrible pensé que...
En lugar de terminar la frase me dio unas palmaditas en la espalda.
–¡Pobre chiquillo! ¡Qué mala suerte ¿Cómo ibas tú a suponerlo?
–Debí figurármelo –dije estúpidamente, demasiado aturdido para darme cuenta.
–¡Qué tontería! ¿Cómo ibas a saberlo?Nadie se lo hubiera imaginado. ¡Pero fue una sorpresa tan grande...! No nos lo esperábamos. Y Chanyeol...
–¿Qué? ¿Qué le pasa a Chanyeol?
–Cree que lo hiciste adrede. ¿No le habías apostado que le sorprenderías? Ya, ya sé que fue una broma. Pero él no la ha comprendido. Para él ha sido un golpe tremendo. Yo le dije inmediatamente que tú no podías haber hecho una cosa así a sabiendas, y que sólo habías tenido la mala pata de escoger ese retrato entre todos.
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Tras la sombra [Chanbaek]
FanfictionBaekhyun con un marido al que apenas conoce, el joven esposo llega a este inmenso predio para ser inexorablemente ahogado por la fantasmal presencia de la primera señora de Park la hermosa Ryujin, muerta pero nunca olvidada. Su habitación permanece...