IX parte 2

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–Voy a lavarme las manos –dijo Seungho, mirándoselas.

Nos levantamos todos y pasamos por el salón hacia el comedor, más tranquilos; Yoora y yo algo delante, agarrándome ella del brazo.

–¡Mira el bueno de Jongdae! –me dijo–. ¡Siempre el mismo! Me hace creer que soy todavía una niña. Oye, ¿te importaría que te diga una cosa? Te he encontrado mucho más joven de lo que esperaba. Chanyeol me escribió la edad que tenías, pero... ¡si es que eres un chiquillo! Dime, ¿estás muy enamorado?

No esperaba la pregunta, y seguramente vio mí expresión de sorpresa, pues se echó a reír y me apretó ligeramente el brazo, diciendo:

–No me contestes. Ya veo lo que sientes. ¿Verdad que soy una pesada y una entrometida? No me hagas caso. Aunque en cuanto estamos juntos nos enzarzamos como los perros y los gatos, quiero mucho a Chanyeol. Y te felicito otra vez por la cara que tiene. Hace un año que estábamos todos preocupados por él; pero, claro, ya
estás enterado de todo lo que ocurrió.

Habíamos llegado al comedor y se calló, pues estaban allí los críados y habían llegado los demás; pero cuando, ya sentado, estaba desdoblando la servilleta, se me ocurrió pensar lo que diría Yoora si supiera que yo no sabía una palabra
acerca del año anterior, ni un solo detalle de la tragedia ocurrida allá abajo, en la ensenada, pues Chanyeol se callaba esas cosas, y yo jamás le preguntaba anda.

La comida transcurrió mejor de lo que me hubiera atrevido a esperar. Hubo pocas discusiones, acaso porque Yoora se decídíera a ser más diplomática; en cualquier caso, el hecho fue que los dos hermanos estuvieron charlando de asuntos de Manderley, de los caballos de ella, del jardín, de los amigos comunes, y Oh Sehun, sentado a mi izquierda, mantuvo la conversación sencillamente, lo que agradecí, pues me ahorró todo esfuerzo. Seungho se ocupó más bien en comer que en hablar, aunque, de vez en cuando, se acordaba de mi existencia y me arrojaba una frase al azar.

–Supongo, Chanyeol, que tienes el mismo cocinero –dijo, cuando Luhan le ofreció por segunda vez la fuente de mousse fría

– Se lo digo siempre a Yoora: Manderley es la única casa que queda en Inglaterra donde se come bien. Este souflé de chocolate me recuerda otros tiempos.

–Creo que los cocineros cambian de vez en cuando –dijo Chanyeol–, pero la cocina no. La señora Hyeyoung tiene todas las recetas y enseña a los cocineros nuevos que puedan venir.

–Esa señora Hyeyoung –dijo Seungho, volviéndose hacia mí– es una mujer extraordinaria, ¿no te parece?

–Ya lo creo –respondí–. La señora Hyeyoung parece valer mucho.

–¡Como bonita... no es ningún cuadro!–dijo Seungho, soltando la carcajada. Sehun no dijo nada, pero cuando alcé la vista noté que Yoora me estaba observando. Volvió la cabeza y se puso a hablar con Chanyeol.

–¿Juega usted al golf? –preguntó Sehun.

–No, lo siento –respondí, contento de que se hubiera cambiado otra vez de
conversación y que hubiera olvidado a la señora Hyeyoung.

Aunque ni jugaba ni sabía nada del juego, me dispuse a escucharle todo el tiempo que quisiera. Conversación sin peligro, sin riesgos. Podíamos estar hablando de golf durante horas, sin
encontrar ninguna dificultad.

Tomamos el queso y el café, y me pregunté si tendría yo que levantarme primero. Miré a Chanyeol, pero no me hizo ninguna señal.
Empezó Seungho una historia interminable y difícil de seguír, acerca de cómo una vez encontró un coche cubierto de nieve por una ventisca y tuvo que desenterrarlo. No sé a propósito de qué sacó el cuento. Yo me puse a escucharlo atentamente, asintiendo de vez en cuando y sonriendo hasta que noté que Chanyeol, sentado a la cabecera de la mesa, daba muestras de impaciencia.

Tras la sombra [Chanbaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora