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Me hallaba en el mismo corredor de aquella primera mañana. No había vuelto desde entonces ni había sentido deseos de hacerlo. El sol entraba por la ventana en el ensanche del pasillo, haciendo dibujos de oro sobre los oscuros paneles.
No se oía ni un ruido. Volvía a notar el mismo olor a moho, a cosa no usada. No estaba seguro hacia dónde tenía que ir. Desconocía la distribución de las habitaciones. Recordé que la señora Hyeyoung había salido por una puerta que estaba allí, y juzgué que, por la orientación del cuarto, debía de ser aquel que yo buscaba, el que tenía las ventanas sobre los macizos de césped y el mar.Levanté el picaporte y entré. Estaba oscuro, naturalmente, a causa de las persianas. Busqué con la mano por la pared hasta dar con la llave de la luz, encendí. Estaba en una pequeña antesala, un cuarto de vestirse, según juzgué por los grandes roperos que había adosados a la pared. Al otro extremo del cuarto había una puerta, que daba a la habitación más espaciosa. Entré y encendí la luz. Mi primera impresión fue de sorpresa, pues el cuarto estaba completamente amueblado, como si se utilizase.
Había esperado ver sillas y mesas enfundadas, y la gran cama de matrimonio pegada contra la pared, también tapada con sábanas blancas. Pero no había nada enfundado. Vi sobre el tocador cepillos, peines, perfumes y polvos. La cama estaba hecha. Vi la blancura de las sábanas y de las almohadas y el pico de una manta bajo el acolchado cubrecamas. Había flores en el tocador y en la mesilla de noche, Y también en la tallada repisa de la chimenea. Durante unos momentos de angustia, creía que le había ocurrido algo a mi cabeza, que estaba viendo el pasado, mirando el cuarto tal como estaba antes de morir ella... «Dentro de unos instantes –pensé– entrará Ryujin; se sentará al tocador, canturreando, y comenzará a alisarse el pelo.» Le vería la cara en el espejo y ella me descubriría de pie junto a la puerta.No ocurrió nada. Pero yo permanecí inmóvil junto a la puerta, esperando. Volví a la realidad al escuchar el tictac del reloj de pared. Sus manecillas marcaban las cuatro y veinticinco. Igual hora marcaba mi reloj. El tictac del reloj se me antojó consolador, natural. Me recordaba el presente y que pronto estaría listo el té en el
jardín. Fui avanzando lentamente hasta el centro de la habitación. No, no se utilizaba; allí no vivía nadie. Ni siquiera las flores podían destruir el olor a humedad.Estaban corridas las cortinas y cerradas las persianas. Nunca más volvería Ryujin a entrar en aquel cuarto. Aunque la señora Hyeyoung pusiera flores en la repisa y sábanas en la cama, no conseguiría con eso hacerla volver. Estaba muerta. Ya hacía un año que estaba muerta. Estaba enterrada en la cripta de la iglesia, junto a los demás De Park muertos. Oía claramente el ruido del mar. Fui a la ventana y abrí las persianas, Sí, era la ventana donde habían estado hacía media hora Bogum y la señora Hyeyoung. El largo
haz de luz del sol contrastaba con la eléctrica, falsa y amarilla. Abrí la persiana algo más. El día arrojó sobre la cama un rayo blanco. Brilló en la bolsa para el camisón, encima de la almohada. Brilló sobre el tocador, sobre los cepillos y frascos de perfumes.
La luz del sol prestó realidad al cuarto. Con la persiana cerrada y la luz eléctrica encendida, parecía más bien una decoración teatral, con todo preparado para que comenzara la función, Ya había caído el telón por última vez aquella noche, y antes de marcharse los tramoyistas lo habían dejado todo preparado para el primer acto de la función de tarde del día siguiente. Sin embargo, la luz del día hizo vivir y palpitar el cuarto.Olvidé el olorcillo a moho y las corridas cortinas de las demás ventanas, para volverme a sentir solamente una visita. Una visita a quien nadie invitó. Había entrado por equivocación en la alcoba de la señora de la casa.
Aquellos cepillos del tocador eran los suyos, y aquélla su bata, y bajo la silla vi sus chinelas.
Noté entonces, por primera vez desde que entré en el cuarto, que me temblaban las piernas como si fuesen de alambre. Me senté en la banqueta del tocador. Ya no latía mi corazón animado de excitación. Lo sentía pesado y triste. Instintivamente, pasé la mirada por la habitación. Sí, el cuarto era precioso. La señora Hyeyoung no me había exagerado aquella primera tarde. Era el cuarto más bello de toda la casa.
La exquisita chimenea, el artesonado, la cama tallada y las cortinas, hasta el reloj de pared y los candelabros del tocador. ¡Cómo me hubieran gustado, y cómo los hubiera querido, de ser míos! Pero no lo eran. Pertenecía todo aquello a otra persona. Alargué la mano y toqué los cepillos. Uno estaba algo más usado que su pareja. Lo comprendí perfectamente. Siempre hay un cepillo que se usa más que el otro. Siempre se olvida uno de usar uno de ellos, y cuando se van a lavar los dos, resulta que está limpio e intacto. ¡Qué blanca me veía la cara en el espejo, con el lacio pelo! ¿Estaría siempre igual? No, no, seguro que corrientemente tenía mejor color. Mi imagen, pálida y fea, me miraba.

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Tras la sombra [Chanbaek]
FanfictionBaekhyun con un marido al que apenas conoce, el joven esposo llega a este inmenso predio para ser inexorablemente ahogado por la fantasmal presencia de la primera señora de Park la hermosa Ryujin, muerta pero nunca olvidada. Su habitación permanece...