XXII parte 1

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(maratón 1/5)

Aquella tarde, cuando Jongdae nos llevó el periódico de la localidad, vi los grandes títulos de la primera página. Chanyeol no estaba, pues había subido temprano a vestirse para cenar. Se quedó Jongdae parado unos momentos, como si esperase que le dijera algo, y me pareció necio y hasta grosero no mencionar un asunto que indudablemente significaba mucho para todos los de la casa.

–Es terrible, Jongdae –le dije.

–Sí, señor Baekhyun. Todos lo sentimos mucho.

–Es triste para el señor tener que volver a remover lo pasado.

–Sí, señorito, muy triste. Es tremendo tener que pasar por el trance de identificar un segundo cadáver. Supongo que no cabe duda de que esta vez se trata verdaderamente de la dífunta señora.

–Así lo creo. No hay duda posible.

–Es muy extraño, señor Baekhyun, que se dejase la señora coger en el camarote como en una trampa. La señora sabía navegar muy bien.

–Sí. Eso es lo que decimos todos. Pero a veces no se puede evitar un accidente. Y supongo que nunca sabremos cómo ocurrió.

–No es probable, señor. Pero es terrible. La servidumbre está toda muy apenada. Y luego, que haya ocurrido tan de pronto, a continuación del baile. Parece... que no debería haber pasado tan en seguida.

–Tiene usted razón, Jongdae.

–¿Se hará alguna indagación, señor?

–Sí; por pura fórmula.

–Naturalmente, señor. ¿Será necesario que declaremos algunos de nosotros?

–Creo que no.

–Permítame usted señor que diga que yo consideraría un honor poder hacer algo por los señores. El señor lo sabe muy bien,

–Sí, Jongdae. Estoy seguro de que lo sabe.

–He prohibido a la servidumbre que hable del asunto; pero es muy difícil vigilarlos a todos. Sobre todo, a las criadas. De Luhan, naturalmente, me encargo yo. La noticia ha sido un golpe terrible para la señora Hyeyoung.

–Era de suponer.

–Se fue a su cuarto en cuanto terminó de comer y no ha vuelto a bajar. Soojin, que le ha llevado hace un rato una taza de té y el periódico, me ha dicho que parece estar enferma.

–Lo mejor que puede hacer es quedarse en su cuarto. Si no se encuentra bien, no tiene sentido que baje. Puede que Soojin se lo quiera decir. Ya nos las arreglaremos entre el cocinero y yo para pedir las cosas.

–Sí, señor Baekhyun. Yo no diría que está enferma. Es únicamente el golpe que ha sufrido al enterarse del hallazgo del cuerpo de la difunta señora. La señora Hyeyoung la quería mucho.

–Ya, ya lo sé.

Salió Jongdae, luego de decir esto, y eché una rápida ojeada al periódico antes de que bajara Chanyeol. El caso llenaba toda una columna de la primera plana, ilustrada con una foto de Chanyeol, sacada por lo menos unos quince años antes. Era molesto verle allí, mirándome fijamente. Luego había una gacetilla, al final de la página, acerca de mí, explicando quién era el segundo esposo de Chanyeol, refiriéndose a continuación al baile de trajes. Así impreso, con aquellas letras negras, sonaba como si hubiéramos hecho algo malo y cruel. Describían a Ryujin, bellísima, inteligente, adorada por todos; luego contaban su muerte, ahogada, y, a renglón seguido, decían cómo a la primavera siguiente Chanyeol se había vuelto a casar, «llevando inmediatamente a Manderley su segundo esposo» (así lo decían), y dando en su honor un fastuoso baile de trajes. Y a la mañana siguiente se había hallado el cadáver de su primera mujer, ahogada, encerrada en el camarote de un barquichuelo, en el fondo de la bahía.

Tras la sombra [Chanbaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora