Capítulo 3.

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29 de enero

Dando grandes zancadas, salgo del aula y tomo asiento apoyando la espalda en el frío metal de las taquillas. Quiero gritar y romper algo, o comer helado. Me siento realmente frustrada; como si fuese una pequeña luciérnaga encerrada en un frasco de cristal que es agitado por algún ocioso, en este caso el ocioso es Ajax.

Un pequeño ruido metálico hace presencia en cuanto las cadenas de los vaqueros de Ajax tocan el suelo. Se ha sentado en el otro extremo de la taquilla, haciendo esquina con mi posición actual.

Mi intención es ignorarlo hasta que el profesor de filosofía me deje entrar de nuevo a clase, pero parece ser que la intención de mi profesor no es la misma que la mía.

Cierro los ojos un segundo intentando mentalizarme en que no puedo volver a ser expulsada de clase, y mucho menos por un idiota que cree que soy una mal follada.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, unos segundo después de cerrarlos, me doy cuenta que las largas piernas de Ajax no están en mi campo de visión. Giro la cabeza y me doy cuenta de que ha desaparecido.

Sonrío internamente al saber que no deberé soportarlo y mucho menos cruzar palabras con él. Este es mi último año, y no puedo meterme en líos si quiero seguir en este instituto, por que aún que sea un enjambre de herederos de pequeñas y grandes fortunas, es el mejor de la ciudad; cosa que me abre las puertas a la universidad que yo quiera.

— Circe —una voz hace que levanté la cabeza, mi profesor asoma por la puerta del aula—. ¿Dónde está Ajax?

Me limito a encogerme de hombros.

— Bueno, entra —hace un ademán con la mano—. La próxima vez resolveis vuestros problemas de apareamiento fuera de mi clase.

Pongo los ojos en blanco sabiendo que es imposible razonar con mi bohemio profesor de filosofía.

La clase transcurre con su rareza habitual, después me toca matemáticas, en la que me siento con Corban. Si no fuese por él, no entendería la mitad de lecciones.

— ¿Haces algo el viernes? —pregunta Corban guardando el libro en su mochila.

Hago memoria, realmente no tengo nada a hacer.

— Estoy libre —respondo.

— ¿Quieres venir a mi casa? Podríamos ver una película —sugiere.

Parece una buena idea, eso me ayudaría a relajarme un poco. Todos dicen que debo comportarme más como una chica de diecisiete años, quedar con los amigos parece algo que harían mis compañeras. Normalmente solo salgo con mi mejor amiga y lo de ir de fiesta se queda para las vacaciones, pero estos últimos meses Corban se ha convertido en un gran amigo, y no me voy a morir por ver una película.

— ¿Ianthe puede venir? —pregunto batiendo las pestañas.

— Ya la he invitado —sonríe con esa sonrisa dulce que lo caracteriza.

Asiento. Ambos nos ponemos en pie con nuestras mochilas al hombro.

— Vamos o llegaremos tarde a educación fisica —Corban pasa un brazo sobre mis hombros.

Le doy un pequeño puño en el pecho, pero eso solo lo hace reír más. En la misma postura seguimos caminando por el instituto hasta llegar a las puertas del vestuario, donde nos separamos.

Al entrar, mis compañeras están a medio vestir. Ianthe esta delante del espejo trenzando su oscuro pelo, al percatarse de mi presencia me dedica una sonrisa. Se la devuelvo y dejó mi mochila en la taquilla. Me saco la camiseta por la cabeza, me cambio el sujetador negro que llevo por uno de deporte y lo cubro con una camiseta de All time low. Antes de salir del vestuario, cambio mis vaqueros y mis botas por unos leggins y unas deportivas. Ianthe está sentada en el banco del vestuario esperando para que vayamos juntas al gimnasio.

Mr. Tabú y otras drogas [MTOD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora