Capítulo 19. 2a parte.

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18 de marzo

No sé a dónde vamos, ni que haremos allí. Mucho menos lo que pasa por la cabeza de Ajax en este preciso momento para que se le haya ocurrido intentar que haga locuras.

Me aferro a él lo más fuerte que puedo, por que aunque no lo reconozca aún le tengo un poco de miedo a su moto y ese temor hace que mi mente piense que su fuerte espalda es el única ancla que me protege de caer al suelo. Lo sé, quizás es absurdo pero en mi mente suena completamente lógico.

Tengo los ojos apretados con fuerza. Aún no quiero saber a donde me lleva. Esto de desconocer los planes me estresa y mantiene expectante en proporciones irracionalmente refrescantes. Además del remolino interno en mi que produce su olor varonil mezclado con el que desprende el cuero de su cazadora.

Por mi mente pasa la posibilidad de que sus intenciones sean inapropiadas, pero mi intuición me dice que realmente solo quiere sacar de mi mente esa idea de que el futuro no me depara nada que valga la pena.

La moto se detiene con suavidad, como si hubiese planeado frenar con delicadeza por mi, aunque sé que no es así. Noto que sus brazos fuertes se mueven para quitarse el casco, pero yo sigo enganchada como una lapa a su espalda.

—Si quieres pasar la tarde así no tengo ningún problema, pero había planeado algo casi tan bueno como esto —dice con un tono jocoso.

Reprimo el rubor que quiere subir a mis mejillas y con la dignidad que me queda, mucha o poca, lo dejo ir y bajo de su vehículo.

Me quito el casco y miro a mi alrededor para situarme. Estamos en una pequeña calle que, por la estructura y los elementos, juraría que está cerca del centro de la ciudad. Ajax baja de la moto y guarda ambos cascos.

—¿Vamos?—pregunta mirándome con el rastro de lo que intenta ser un poco de alguna emoción que no soy capaz de distinguir tras su velo de frialdad.

—Vamos —respondo decidida acercándome a él como si fuese un imán.

Siento su mano en la parte baja de mi espalda por encima de mi ropa de un modo casi imperceptible. Un pequeño escalofrío recorre mi columna vertebral por su calor.

Caminamos en silencio durante unos cincuenta metros hasta llegar a las Ramblas. Como de costumbre está lleno de gente, aún siendo invierno. Torrenciales de personas suben, bajan, se paran en las pequeñas paradas y charlan en infinidad de idiomas. Me encanta venir al centro porque escuchas más leguas extranjeras que el castellano o catalán y eso es realmente divertido. Alguna vez me han confundido con una turista y siempre me pongo a reír.

—¿A dónde me llevas? —pregunto sin dejar de caminar a su lado.

Una de esas sonrisa socarronas, tan poco habituales en él, hace acto de presencia. Y tal como pasó la primera vez, me quedo embobada mirándolo, fijándome en cada gesto que produce y en como me observa con algo de chulería y diversión. Me encanta, y a la vez odio, cuando pone esa cara. Hace que sea impotente ante cada cosa que me rodea pero simultáneamente  me hace sentir un poco más arriba, elevada. Es...extraño.

Caminamos unos minutos esquivando a todos los turistas que invaden la ciudad. Ajax no ha separado la mano de mi espalda, por el contrario, cada vez la noto más presionad y debo reconocer que eso me hace sentir endeble. Soy pura arcilla en sus dedos, blanda y maleable. Me convenzo a mi misma de que su perfume debe ser pura brujería, magia negra que usa en mi contra. Cada vez estamos más cerca del puerto, ya puedo divisarlo en el horizonte. Ya hemos llegado a Drassanes y sigo sin saber donde me lleva. Tengo sospechas de que vamos dirección Maremagnum pero algo me dice que estoy equivocada.

—No frunzas el ceño —dice divertido sonriendo otra vez.

—Aún no me has dicho donde vamos —me quejo.

Mr. Tabú y otras drogas [MTOD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora