Capítulo 36.

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Giro el cuello lo más lento que puedo y respiro tranquila al ver que se trata de Ajax. Aunque eso no me relaja, por que le doy en la cabeza con mi varita de juguete.

Puede que me alegre de que esté bien y no le haya pasado nada, pero sigo enfadada.

—¿Qué haces?—pregunta cubriéndose el sitio en el que lo he golpeado.

—Me has dado un susto de muerte.

—¿Y por eso me pegas con un palo de plástico?

Bufo frustrada. Le doy la espalda, pero vuelve a girarme hasta tenerme cara a cara.

—¿Qué quieres? —digo con chulería.

—Antes de que saque conclusiones precipitadas quiero saber que hacías con Dan.

Bufo de nuevo.

No he sabido nada de él en todo el día y ahora viene con exigencias.

¿Le estampo la varita de nuevo?

—Me ha invitado a cenar.

—Se supone que íbamos a cenar juntos. Tú y yo.

—Se supone que hace cinco horas que debías haber venido —contrataco.

—¡Ese es tu ex!

—¡Y tú eres mi novio! —gruño.

Y creía que yo era la celosa...

—Precisamente por eso no me gusta estar como un tonto parado y ver que mi novia, la cual no responde a mi mensajes, está tan a gusto con ese niño pijo.

Increíble.

Si quiere bronca, la tendrá.

—Es mi puto cumpleaños y no sólo no vienes a mi fiesta, sino que también me dejas plantada y cuando apareces en vez de disculparte o darme una explicación te centras en que he salido con un viejo amigo.

—Me revienta las pel....

—¡No! Aun no he acabado de hablar —lo corto y eso parece desconcertarlo—. Si pensabas que me iba a quedar encerrada esperándote estás muy equivocado. Si me da la gana salir lo haré y tú no eres nadie para prohibirmelo, y menos echarme algo en cara después de haberme decepcionado de esta manera.

Nos quedamos en silencio. Yo porque ya he soltado todo que tenía retenido y me siento ligera. Él, en cambio, porque se le ha comido la lengua el gato.

Me siento ligera, la ira desaparece y solo queda un sentimiento agrio hacia él. No estoy enfadada, pero sí dolida.

Prácticamente veo los engranajes de su cerebro moverse. Segundo tras segundo sus respiraciones se tranquilizan y veo como cambia la expresión en sus ojos.

—Yo...yo... —balbucea—. Lo siento mucho, Circe.

No pestañeo, simplemente mantengo su mirada de un modo frío.

—A estas alturas de poco sirve eso.

Me mira y me mira hasta que finalmente intenta abrazarme pero pongo la varita en medio marcando una distancia.

Ponemos más separación aún entre nosotros cuando una vecina sale del portal y nos mira como si nos hubiese pillado haciendo algo indecente.

—¿Podemos hablar arriba? —pregunta con ojos de cachorro.

—No.

—Joder, Circe. Hace mucho aire. Al menos entremos al edificio.

Hacemos un duelo de miradas, y reconozco que soy débil y acabo cediendo.

Mr. Tabú y otras drogas [MTOD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora