26 de abril
Pongo los ojos en blanco después de la charla que me acaba de dar Carolina a solas en la cocina y me uno a Ajax en la entrada del apartamento. Bajo las escaleras rápido, ignorando el modo en el que me escanea después de nuestra charla. Solo lo estaba advirtiendo. Por su bien.
Su moto está aparcada unos metros más allá de mi portal, en una plaza de motos segura.
Me da el casco que siempre uso. Le guiño un ojo antes de ponérmelo. Surge el efecto que quería, sonríe tímido. El trayecto no se me hace demasiado largo, ni pesado. Cada vez que me subo a su moto me siento libre. Pero eso no me impide acurrucarme contra él. No soy tonta. Él está como un queso y mentiría si dijese que no adoro el queso.
Con un pequeño toque en el muslo me indica que hemos llegado. Bajo de la moto y, para variar, nos llevamos los cascos con nosotros. Estamos en el mismo sitio que hace semanas; el día que conocí a Mireia. Nunca creí que volviese a este pulcro edificio. En el ascensor lo noto tenso. Entrelazo sus dedos y los míos para aplacar sus nervios.
-Todo va a ir bien -le aseguro.
-Espero que no me avergüencen -dice para liberar un poco de tensión.
-No pueden dañar más la imagen que tengo de ti -bromeo.
-Sigues siendo una mal follada -ríe.
-Tendré que buscar a alguien que solucione ese problema.
Me mira con una indudable sonrisa pícara, pero desvío la atención abriendo la puerta del ascensor. Ya hemos llegado.
Aunque él no lo sepa, creo que cada vez estoy cediendo más a su tira y afloja constante.
-¿Listo? -pregunto.
-Para nada -bufa-. Pero una pequeña duendecilla pelirroja ha decidido ser mi conciencia.
Sonrío inocente y señalo la puerta para que la abra. Entramos en el piso. Mejor dicho pisazo. El pasillo es ancho y luminoso. Todas las paredes son blancas, los muebles casi negros y diferentes ornamentos como jarrones y máscaras tribales decoran lo que veo. Solo con el sonido de la puerta aparece Miranda con un delantal atado a la cintura.
-Habéis venido -susurra como si para saber que es real tuviese que oírlo en el aire-. No sabéis cuanto me alegro de teneros aquí.
Lo primero que hace es abrazar a Ajax. Permanece quieto, incluso tieso; pero se deja hacer. Segundos después lo suelta y me da dos besos en la mejilla, aunque por su cara diría que se está conteniendo porque aún no nos conocemos mucho. Parece una madre cariñosa, de esas que todos querrían tener. Me recuerda un poco a Carolina; en versión rubia y con un par de años más.
-¿Está él aquí? -pregunta Ajax volviendo a ser el chico duro que usa como tapadera.
-Aún no ha llegado de trabajar -explica-. Pero estaba tan ilusionado con verte que ha dicho que saldrá pronto.
-Lo que sea -masculla.
Me da igual estar delante de su madre, le lanzo una mirada asesina. No puede hablarle así cuando ella está siendo un amor.
-Mamá, ¿están Mireia y Roc? -pregunta con más suavidad.
-Mireia está estudiando y Roc se ha echado una siesta. Supuse que le gustaría verte y si no duerme un poco no aguantará ni hasta las nueve.
Ajax asiente y sin soltar mi mano, me guía por la espaciosa estancia, hasta llegar a un salón comedor aún más grande. Me lleva por otro pasillo, al final de éste abre una puerta. Es un dormitorio no exageradamente espacioso, pero lo suficientemente grande para que el mío parezca pequeño en comparación. Es azul oscuro, con muebles blancos.
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Mr. Tabú y otras drogas [MTOD]
Teen FictionCirce Mon es una joven de Barcelona en su último año de instituto que un día conoce a Ajax Lucas, el chico malo por excelencia. Atractivo, punk, con piercing, tatuajes y permanente expresión seria. El supuesto chico malo la sorprende con su personal...