📍 Kim Sunoo es de esos chicos populares con una personalidad brillante. Lugar que pisa, lugar que se llena de su risa acogedora. Quienes lo conocen lo llaman la luz radiante que ilumina en la oscuridad.
Park Sunghoon es todo lo contrario. Un juga...
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—¡¿Todavía estás muy mal?! —vocifera SunHee, solo su cabeza asomada en la puerta.
Por Dios.
—Estoy mejor, ya te dije que-
—¡Entonces sigues mal! —prosiguió con su tono alto, terminando por cerrar la puerta y entrar en la habitación. Sunoo la mira, cansado—. Oye no me mires así, no sé si estás consciente, pero hay un montón de personas que me acorralan en los pasillos todos los días para preguntar por ti. ¿No es eso fatigante?
Sunoo la sigue observando, esta vez con ironía reflejada.
—Para alguien que tiene un grupo en el colegio dedicado a mí mejor amigo—hace énfasis en lo último—. No creo que deba hablar de estar fatigada aquí.
SunHee se ríe ante eso en carcajadas, pero termina por darle la razón, de todos modos, es totalmente cierto. Pero SunHee lo hizo cuando estaba todavía más joven, y ahora era muy tarde para desintegrarlo o dejar al mando a otra persona. Definitivamente no. Termina por entrar, y mira alrededor de la habitación con curiosidad, haciendo un puchero aburrido.
Hay un breve silencio.
—Entonces...
—Sí, ¿Entonces qué haces en mi habitación a las ocho de la noche?
SunHee se sigue riendo, pero lo ignora por completo y se acerca.
—Pero mira esa agresividad— chasqueó la lengua—. ¿Estás seguro que eres el enfermo aquí?
Sunoo rodea los ojos y SunHee se lanza con comodidad en el lado vacío de la cama. No es como si Sunoo le pudiera decir que no. Ha pasado alrededor de cuatro días encerrado en su habitación y Sunoo solo les ha visto la cara a tres personas en total. Su Nana Minah, Jiyoung y SunHee. Ésta última ha traído bocadillos a escabullidas todos estos días, por lo que son un par de cómplices como toda la vida. Además, la compañía de SunHee le anima un poco. SunHee le extiende una barrita de chocolate un momento después y Sunoo por primera vez en todo el día se siente ansioso, aceptándolo apurado. Hay un programa de variedades emitiéndose en la televisión que rellena el silencio entre ellos e ilumina levemente la habitación que está oscura.
Sunoo abre la barra con felicidad, sentándose con las piernas cruzadas.
— Te ves mejor—ella comenta, extendida sobre la cama y con el teléfono a la altura de su rostro.
Intercala miradas de una cosa a otra mientras habla. Sunoo mastica un trozo de chocolate y asiente con pausa.
—Sí, supongo que lo estoy...
—¿Qué hay con esa expresión? —se ríe la rubia con gracia, estirando su brazo y tomando con rapidez el trozo de chocolate flojo entre los dedos de Sunoo—. ¿Quieres seguir enfermo acaso? ¿Estás fingiendo?
