Capítulo 40

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Capítulo 40:
"La sombra de un viejo él"

A Sunoo nunca le advirtieron que la vida podría ser como una montaña rusa

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A Sunoo nunca le advirtieron que la vida podría ser como una montaña rusa. En un momento podía estar en lo más alto y sentir que llegaría al cielo para tocar el sol, y al siguiente en lo más bajo; en las penumbras de lo desconocido.

 Incluso si no está enfermo y su cuerpo no muestra signos de decadencia, Sunoo no se siente bien ese día. El malestar no abandona su cuerpo incluso esa mañana del lunes, cuando su Nana lo llama a la puerta para que esté listo en aproximadamente una hora. Sunoo tarda unos minutos en registrar que hoy era un día de semana y debía asistir a clases. Se levanta, sin embargo, con un ánimo pesado que no le permite realizar sus actividades culinarias con lucidez. Todo su cuerpo se siente incómodo y en cierta manera, desganado. Sunoo no cree sobrevivir su día sintiéndose de esa manera.

Pero es Kim Sunoo, y no es como si se pueda dar ese lujo.

Así que hace todo lo que su cuerpo y alma le permiten hacer. Y una vez con su uniforme puesto y la mochila en el hombro, respira una bocanada larga de aire fresco, cerrando los ojos. Sabiendo lo que le espera afuera, lo que es inevitable detener. Su único consuelo es saber que un día todo terminará, cuando no vea la luz del sol nunca más.

A escabullidas Sunoo hace lo posible para pasar desapercibido por su Nana y sus padres. Pasos tranquilos y miradas de un lado a otro que lo llevan a la entrada principal y a su vez, hacia el chofer Choi. El hombre lo recibe con un saludo de cabeza que Sunoo corresponde y le avisa que puede entrar de inmediato, pues SunHee se ha ido más temprano por su cuenta. El trayecto, a pesar de que Sunoo deseaba que hubiera sido lento, solo toma cuestión de algunos minutos. Unos en los cuales se la pasa con los ojos cerrados mientras piensa y piensa. Y pronto él está bajando del auto y entrando a su primera clase.

Jungwon y Jaebeom están sentados uno al lado del otro y en cuanto se dan cuenta que Sunoo ha entrado, le saludan animados con movimientos de manos. Sunoo se les queda mirando un momento, en una agonía insufrible que le aprieta en el corazón. Se sentía como si una eternidad pasara antes de que una sonrisa se formara en su rostro ardiente.

Una vez más, Sunoo volvía a mentirle a sus seres queridos.

—Tenemos tiempo sin sentarnos todos juntos en el almuerzo, ¿verdad? —Jungwon dice, inclinando su cuerpo sobre la mesa para obtener una mejor vista de Sunoo —. ¿Nos sentamos todos hoy? ¿Así como antes?

—¿En serio? Eso es nuevo —los ojos de Sunoo permanecieron en su libreta que acaba de sacar, fingiendo que está revisando sus apuntes —. Está bien, será genial.

Los labios de Jungwon se curvaron un poco, pero todavía asintió. Enderezándose en su asiento cuando el docente entró.

Sunoo permaneció rígido en su asiento, su mano temblando sobre su pierna. Y así trascurrieron las siguientes horas de clases que en realidad fueron una página en blanco en la mente trastornada de Sunoo. Ni siquiera pudo concentrarse en todo lo que dijo el profesor, inerte en un espacio sin sentido en su cabeza. Uno en donde Woosung era el protagonista. Recordaba su rostro y su risa, sus palabras. Cada movimiento estaba grabado en su cabeza para no dejarlo en paz. Es agotador y difícil. Es en algún momento de la clase cuando llaman a su nombre y le sacan de su nube. Aturdido, observa al profesor. Este parece estar llamándolo desde hace un rato, pues sus cejas están ligeramente fruncidas y lo está mirando con cansancio.

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