📍 Kim Sunoo es de esos chicos populares con una personalidad brillante. Lugar que pisa, lugar que se llena de su risa acogedora. Quienes lo conocen lo llaman la luz radiante que ilumina en la oscuridad.
Park Sunghoon es todo lo contrario. Un juga...
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—Señorita Kim, ¿Otra vez por aquí?
SunHee termina de sentarse, las manos en su regazo, la mochila en el suelo, una mirada desafiante. La mujer, la directora Shin, sigue cada uno de sus movimientos con cautela, pero no se inmuta. Ella estaba tecleando en su computador cuando SunHee interrumpió en su oficina. Shin siempre ha sido de esa manera. Muy seria, cortante, intimidante. Pero, no se podía esperar menos de la persona que dirigía uno de los institutos más influyentes de Seul, uno de los que más estaban en la vista pública por su poderoso entorno y rango social. La señora Shin no dejaba que nadie entrara a su oficina si no fuera realmente importante. Nadie era la excepción. En efecto, a SunHee no le importó esa regla en muchas ocasiones. Colándose en la oficina mientras ignoraba el llamado insistente y temerosa de la secretaria.
Entonces, enfrentaba a Shin.
Era su cuarta vez en lo que iba del año que rompía esa regla. Nada cambiaría. A SunHee no le importaría si lo hiciera, si algún día tomarían verdaderas consecuencias a su persona. Su madre seguiría viniendo y arreglando todo, como siempre. Porque eso es lo único que importaba.
Las apariencias.
—Usted simplemente no quiere hacer nada ¿Cierto? —recriminó, con los dientes apretados cuando el silencio se hizo insoportable.
La mujer alzó una ceja y dejó de teclear para concentrar su atención en SunHee.
—¿Puede ser más específica?
SunHee parpadeó y la miró con incredulidad.
—Usted sabe de lo que estoy hablando—dijo, después de un momento—. Por supuesto que lo sabe. Se lo he estado diciendo desde que comenzó el año. Me están amenazando y usted...
—Es cierto que me lo ha comentado—la mujer la interrumpe, recostándose en su silla y quitándose los lentes de montura con un cuidado abrumador—. Pero, ¿No es cierto que le dije que consiguiera pruebas?
El cuerpo de SunHee se tensó.
—Lo dijo, pero...
La mujer sonrió, fútil.
—Parece que ha olvidado esa parte señorita Kim.
La frente de SunHee se arrugó. En serio no podía creer esto. La situación en sí, le estaba volviendo tan enferma de la impotencia. Si SunHee no recibía ayuda del propio encargado del instituto, de la persona que se supone que vela por el bienestar de los estudiantes, ¿Qué más podía esperar de la situación?
—Le dije que no tengo pruebas específicas. La persona que está haciendo esto sabe lo que debe hacer. Escribe desde números diferentes o por notas de papel impresas. Es difícil que encuentre una prueba específica—casi está gruñendo, aunque la directora no parece afectarle el tono de voz. No se altera—. ¿Es eso es necesario? ¿Pruebas? ¿No es usted la directora de este estúpido instituto?
